El Athletic tendrá final, aunque de momento no será la deseada. La disputará dentro de dos semanas en San Mamés, donde tendrá que remontar los dos goles que le cayeron en Vallecas si quiere seguir adelante en su torneo preferido. Un chiste de mal gusto, sí, pero la autoría es del equipo rojiblanco, que ayer se complicó la vida considerablemente, víctima de sus errores.

Sobre todo de los que se repartieron Armando y su defensa en los primeros veinte minutos, que posibilitaron que el Rayo sentenciara el partido cuando los últimos aficionados aún entraban en el Teresa Rivero. Después se solidarizaron sus compañeros, que erraron una y otra vez ante la portería de Dani. Dicho lo cual, y aunque suene incoherente, el Athletic firmó una de sus actuaciones más lustrosas de las últimas semanas. Puso mucho corazón, bastante juego y llegó suficientemente al área -una docena de ocasiones claras y otros tantos corners- como para volver con la eliminatoria resuelta. Pero sobraron errores y faltó pegada.

Un ejemplo que, lamentablemente, no siguió el Rayo. Aprovechó sus dos primeras ocasiones -prácticamente las únicas que tuvo en la primera parte- para poner tierra de por medio, se aplicó después para aguantar el chaparrón e intentó buscar la puntilla en unos últimos minutos en los que Armando se hizo perdonar, evitando un marcador aún más contundente.

No había encontrado el guardameta la mejor manera de celebrar su regreso al equipo. A los cinco minutos de partido, el Rayo se encontró una falta que Néstor Susaeta, eibarrés con pasado rojiblanco, transformó en el 1-0 mientras Armando hacía la estatua. Un cuarto de hora después y tras los primeros escarceos del Athletic en el área local, fueron los zagueros rojiblancos los que pecaron. Pachón anduvo más listo para atrapar un balón en el área y firmar el segundo gol rayista.

Acumulación de ocasiones

Esta vez reaccionaron los bilbaínos. No a la tremenda -mantuvieron la cabeza fría hasta el pitido final-, pero sí con la suficiente insistencia como para que el balón no volviera a abandonar la parcela local durante muchísimos minutos. Hasta el debutante Iñigo Pérez, muy participativo, tuvo su ocasión, con una volea en el área que se le fue alta. También lo hizo el posterior cabezazo de Etxebe, por un costado se marchó otro remate del elgoibartarra, por el otro el de Iraola... Así una y otra vez ante un Rayo que sólo amenzó al filo del descanso con un contragolpe que Pachón pudo convertir en el tercero.

Por fortuna, al equipo madrileño le costó afilar sus incisivos. Entre que el Athletic se fue echando cada vez más arriba y que el fuelle rojiblanco fue desapareciendo conforme avanzaron los minutos, los huecos ganaron en amplitud. Pero sólo en la recta final volvieron a dar señales de vida los locales.

Para entonces, el equipo de Joaquín Caparrós -que sustituyó a Iñigo Pérez por Toquero para intentar abrir más el campo y al maltrecho Koikili por Castillo- había acumulado otra decena de llegadas al área. Pero la historia se repitió una y otra vez. O fallaban los atacantes rojiblancos o acertaba Dani, que se ganó la ovación de la grada al desviar un disparo a bocajarro de Etxebe y un cabezazo de LLorente que lamió el palo.

La vuelta

El Athletic estuvo a punto de lamentar -en realidad lo llevaba haciendo desde el minuto 19- tanto desacierto porque en los cinco últimos minutos, con los bilbainos fundidos, la película cambió por completo de protagonistas. Les tocó ejercer de escopeteros a los delanteros rayistas y de héroe solitario a Armando, que evitó un par de goles cantados.

Con sobresaltos, por tanto, acabó un encuentro que obliga a los rojiblancos a tirar de la magia de San Mamés bastante antes de lo esperado.