Quien bien te quiere te hará llorar. Si hasta hace poco más de un año eran sus pupilos, ayer pudieron muy bien ser los verdugos de un Ziganda que lo tiene francamente complicado en un Xerez que carece de mimbres para competir en la máxima categoría del fútbol estatal.

Osasuna lo tuvo francamente sencillo para dejar casi ventilada la eliminatoria con un rival que le dio todo tipo de facilidades en defensa, lo que, en el momento dulce que viven los navarros de cara a la portería con- traria, es una sentencia de muerte. Dos primeras llegadas con claridad y dos goles que subieron al marcador.

De hecho, sólo un primer cuarto de hora de ficticio equilibrio con dos escuadras plagadas de hombres dispuestos a agradar a sus técnicos, pero con los esperados fallos de quienes no tienen ritmo de competición ni juegan habitualmente juntos. En cualquier caso, las pérdidas de balón fueron compensadas por las intenciones de ambos conjuntos de salir con la pelota jugada, tratando de triangular y profundizar en los dominios del contrario.

Así sucedió hasta que llegó el tercer saque de esquina, botados ayer por Calleja incluso a pierna cambiada. En esa jugada, los andaluces dejaron claro por qué son penúltimos en la clasificación liguera y uno de los equipos más goleados. Cometieron un penalti que debió suponer la expulsión de Abel -tocó de manera intencionada el esférico con su brazo, pero Mateu Lahoz no se enteró de la fiesta durante todo el partido- y Leandro se hizo un lío monumental al tratar de despejar el balón, para dejárselo a placer a Sergio, que anotó con criterio en el segundo palo.

Pero la cosa no quedó ahí. Cuatro minutos después los rojillos dieron el segundo mazazo a un Xerez que ya se había quedado bastante tocado al encajar el 0-1. Juanfran encontraba una autopista por su carril con un Armenteros que era incapaz de sujetarlo. En una de ésas, el de Crevillente se marchó con un quiebro y colocó un buen centro tocado que le vino de perlas a Dady para reencontrarse con el gol. El caboverdiano lo tuvo relativamente fácil pues tuvo que saltar con el lateral derecho, Redondo, de bastante menor envergadura. A los centrales azulinos les volvieron a pillar descolocados.

Exceso de confianza

La considerable ventaja en el electrónico también se trasladó a partir de ese momento al césped, con un Osasuna que mareó al oponente tocando con criterio, guardando el cuero y abriendo a banda, desde donde los envíos buscaban encontrar al rápido Galán, quien tuvo en el linier a su peor enemigo. Le anuló dos fueras de juego que no fueron cuando ya se iba solo frente a Chema.

Tras tanto regalo, los de Ziganda despertaron tras el descanso. Hubo lectura de cartilla en vestuarios y el Xerez salió con otro talante. Las oportunidades se sucedieron del lado local, por mérito propio y por concesiones de unos navarros conformistas y demasiado confiados en sus posibilidades.

Roberto, que no tuvo trabajo en los primeros cuarenta y cinco minutos, comenzó a ganarse el sueldo a partir de entonces. Su guante sacó un disparo envenenado de Abel, Leandro volvió a rematar de cabeza desviado por tercera vez consecutiva a la salida de un corner y Orellana se emborrachó de balón dentro del área rojilla cuando estaba en posición inmejorable para rematar y recortar diferencias.

Los anfitriones se habían hecho con el dominio, Osasuna retrasó en exceso sus líneas, se olvidó de contragolpear y única- mente achicaba las constantes y voluntariosas acometidas de su enemigo. Camacho intentó abortar la peligrosa dinámica con dos cambios, pero Ziganda también movió banquillo y puso en liza a Maldonado.

El atacante venezolano quiso sacar partido de los apenas veinticinco minutos que quedaban por delante y le puso todas las ganas del mundo y algo más. Su ímpetu se llevó por delante a Sergio en un claro empujón -Mateu Lahoz seguía haciendo de árbitro inglés, pero en versión mala-, quebró a Josetxo y le puso picante al choque consiguiendo el 1-2. Desaparecido en el apartado ofensivo, Osasuna proseguía sin estirar líneas y su premeditada encerrona a punto estuvo de costarle cara. Roberto volvió a firmar otro paradón en un mano a mano con Momo y, a partir de ahí, el partido se fue marchitando.