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El síndrome de Asperger

«Adam»

Presentada en la Seminci de Valladolid, «Adam» viene de ganar el premio Alfred P. Sloane en el Festival de Sundance, donde fue recibida como una comedia romántica original y diferente sobre el autismo.

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M. INSAUSTI |

Hace más de diez años ,Max Mayer debutó en el cine con «Better Living», pero desde entonces se refugió en las realizaciones televisivas y no se había vuelto a saber de él. Su regreso a la pantalla grande ha debido de ser muy meditado, porque ha escrito un guión ciertamente original con el que ha encandilado a la crítica.

Una comedia romántica alejada de los estereotipos de Hollywood siempre es bien recibida y «Adam» se sale de lo que estamos acostumbrados a ver en el género. Además, la película aporta la novedad de abordar el autismo con humor, pese a que se trata de una enfermedad que siempre ha dado lugar a tratamientos dramáticos en el cine, así como a actuaciones más bien histriónicas. El joven Hugh Dancy se muestra contenido en su caracterización de autista, haciendo que sus progresos y curación resulten creíbles, paso a paso y siempre con naturalidad.

Hugh Dancy es un chico que padece la variante autista del síndrome de Asperger, a la que se suele relacionar con los genios. Es así porque suelen ser personas muy inteligentes, sobradamente capacitadas para las tareas intelectuales, aunque con problemas de sociabilidad.

Lo que plantea «Adam» es la relación de una persona tan aislada e introvertida con una chica, interpretada por Rose Byrne, que es justo todo lo contrario. Ella le ayuda a abrirse a los demás con su don de gentes y especial tacto, a la vez que le enseña las normas básicas para resultar agradable. La principal dificultad con que se encuentra el autista Adam es que no sabe interpretar los gestos y miradas ajenos, del mismo modo que desconoce lo que es fingir para quedar bien. Su comprometedora tendencia a expresar la verdad sin disimulos sirve para explorar en la desnudez emocional, con referencias culturales que abarcan desde el mito de Adán y Eva al cuento de «El emperador desnudo», pasando por «El principito», de Saint-Exupery. El protagonista deberá, por lo tanto, aprender a arroparse como método de defensa en una sociedad regida por la corrección.

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