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ESZENAK

Bajo el océano de plástico

Bezerra describe expresivamente su obra como un drama «de inmigración, fantasmas, veneno y tomates». Y añade que la cosa comienza como una obra social, y acaba convirtiéndose en un thriller rural.

Al mismo tiempo que estaba siendo detenido por corrupción medio ayuntamiento de El Ejido, el Ministerio de Cultura otorgaba el Premio Nacional de Literatura Dramática al almeriense Paco Bezerra por su obra “Dentro de la Tierra”. El autor la define como un neo-drama rural situado en ese mundo de turbia prosperidad de los invernaderos almerienses, ese océano de plástico con aroma a plaguicida que disparó la economía de la zona y en el que adquieren especial protagonismo caras más ocultadas que ocultas como los inmigrantes y su explotación, la contaminación biológica fruto de la ambición desmedida y el enriquecimiento rápido, y, por supuesto, un amplio muestrario de despilfarros de nuevo rico y de corruptelas varias. Bezerra describe expresivamente su obra como un drama «de inmigración, fantasmas, veneno y tomates». Y añade que la cosa comienza como una obra social y termina convirtiéndose en thriller rural. Pero es que, además, esta obra –la mejor de las publicadas el pasado año a criterio del jurado– no ha sido estrenada; ni ésta ni ninguna de las otras cuatro de que es autor Paco Bezerra (Almería, 1978). Cuando con este mismo texto obtuvo el premio Calderón de la Barca (para autores noveles) intentó el dramaturgo tocar puertas con la intención de montarla: «En el festival de El Ejido no querían ni oír hablar del tema de la inmigración», y añade: «Aquí –vive en Madrid desde hace años– dicen que soy una persona creativa, pero en Almería yo soy un tocahuevos, para mi padre y para el resto de mi familia. Tengo 17 primos y ninguno ha hecho el bachillerato y tengo amigos que no saben de nada pero se pasean con su Mercedes por los invernaderos. Yo escribo horas y horas al día, pero nadie me paga». Así que se ha tomado los 20.000 euros del premio como un sueldecillo retroactivo.

En Madrid estudió teatro con William Layton y se graduó en la Resad. También recurrió animoso al Centro Dramático Nacional con su obra bajo el brazo, pero no le dejaron ni pasar a la recepción: «Las salas pequeñas del CDN deberían estar abiertas a obras nuevas, pero aquí las obras de dramaturgos jóvenes y con pintas no interesan». Para Bezerra, los jóvenes dramaturgos son necesarios ya que su función es renovar los temas y hablar a los suyos: «No entiendo el teatro como un sitio para la evasión, sino como un espejo de la realidad. Escribo para poner al espectador entre la espada y la pared; que se sienta incómodo, en conflicto. La gente joven piensa que el teatro habla sobre cosas antiguas, que suena a un tiempo pasado. Por eso siempre pienso en escribir sobre lo que pasa hoy, pegado a la actualidad». La obra que ahora se trae entre manos aborda el peliagudo tema del ciberacoso a menores. Sobre el estilo y el tono de sus textos afirma que escribe desde la libertad formal y desde el desapego a las convenciones dramáticas: «Intento ponerme y poner retos, porque si no el teatro es siempre igual.  Procuro que al director se le quiebre un poco la cabeza, que tenga que pensarse cómo llevar eso a escena»

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