Aunque no es oficial porque el Banco de España obliga a mantener el secreto, el Consejo de Administración de la BBK ha acordado que la entidad financiera vizcaina acuda a la puja por el control de Caja Castilla La Mancha (CCM), a la que también se presentarán otras cajas como, previsiblemente, La Caixa, Ibercaja, Cajastur y Caja Murcia. La vía por la que habría optado BBK no es la absorción, sino una fórmula de control, con lo que la CCM se convertiría en una filial de la entidad vizcaina. Cuesta comprender los beneficios de una aventura como la que pretende emprender Mario Fernández, presidente de BBK. Por un lado, no se entiende en qué puede favorecer a BBK si se tiene en cuanta la delicada situación por la que atraviesa CCM -que no ha llegado a esta tesitura por casualidad, sino por las fuertes deudas que acumula-. De hecho, tal y como ha puesto LAB de manifiesto, puede poner en serio peligro uno de los activos más preciados de la caja vasca: su solvencia.

Y, lo que es todavía más cuestionable, no se percibe qué puede aportar la arriesgada operación al desarrollo social vizcaino, que, a la postre, debe ser el principio rector en las principales decisiones de esta veterana caja de ahorros. A no ser que, en el fondo, se pretenda reducir el papel de la BBK a un mero mercantilismo capitalista y recalcitrante.