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EEUU trata de enjuagar con ayudas la desastrosa situación en Pakistán

Protegida por unas medidas de seguridad impresionantes, la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, prometió más ayudas al Gobierno paquistaní, embarcado en una sangrienta espiral con el movimiento talibán. Le toca pagar con sus vidas a la población civil.
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Un día después del salvaje atentado con el que los talibán le dieron la «bienvenida», la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton anunció un nuevo paquete de medidas de ayuda económica al Gobierno paquistaní, implicado en una ofensiva total contra la población pastún de las provincias fronterizas.

En una visita bajo grandes medidas de seguridad a la ciudad de Lahore, Clinton prometió 125 millones de dólares para mejorar la red eléctrica paquistaní, 85 millones para un fondo de lucha contra la pobreza y 45 millones para edudación superior, a los que hay que sumar 103 millones de dólares para refuerzos policiales en las zonas fronterizas tribales.

La jefa de la diplomacia de EEUU tuvo que salir al paso de las críticas de la población paquistaní a la vinculación por parte de Washington de sus ayudas a la llamada «lucha contra el terrorismo» y negó que Washington tenga secuestrada la soberanía nacional de Pakistán.

Obama, presionado

La creciente ola de atentados en Pakistán y la ofensiva talibán en Afganistán han acentuado la presión sobre el presidente de EEUU, Barack Obama, tanto desde la oposición republicana como desde sus propias filas.

Su rival en las presidenciales hace un año y senador, John McCain instó a Obama a no retardar aún más su decisión sobre el envío o no de refuerzos al pantanal afgano. El senador demócrata Russ Feingold no está solo cuando afirma que EEUU debe ganar esta guerra a cualquier precio. «La seguridad nacional y la de los ciudadanos americanos son las únicas cosas que cuentan para mí», insistió.

No piensan lo mismo los ciudadanos paquistaníes, víctimas por partida doble de la ofensiva militar contra las provincias fronterizas -secundada desde el aire por mortíferos bombardeos estadounidenses- y por los atentados talibán.

«Ya está bien. Hemos dado tres días de plazo al Gobierno para que detenga esta sangría y asegure nuestra seguridad. De lo contrario, organizaremos un movimiento de protesta», advirtió Ghufran Ullah, presidente de la asociación de comerciantes de Peshawar, una ciudad cuya vida cotidiana fue calificada de «desastrosa» por otro comerciante, Mohamed Amin.

Los paquistaníes se encierran en sus casas

Las niñas y niños no van a la escuela. Los restaurantes y locales de comida rápida están vacíos. Las calles, desiertas... el temor a los atentados suicidas ha llevado a los vecinos de la capital, Islamabad, a encerrarse en sus casas.

Justo cuando el otoño ha traido el ambiente fresco, aunque aún soleado, a un país que ha sufrido otro tórrido verano y pocos días después del final del Ramadán, los paquistaníes han abandonado la costumbre de volver a la calle.

Pocos olvidan los recientes atentados contra la Universidad Islámica de Islamabad o incluso contra el cuartel general de las Fuerzas Armadas, situado en el extrarradio de la capital.

Este miedo no ha hecho sino avivar la convicción entre los paquistaníes de que Islamabad es un «desierto» comparado con Karachi, la megalópolis donde nadie duerme, o con la mucho más sofisticada Lahore.

Algunos restaurantes han instalado detectores de metales aunque sus responsables son conscientes de que poco pueden hacer frente a un potencia kamikaze. La Policía reconoce, asimismo, que es imposible controlar a los miles de coches y conductores de la ciudad GARA

105 MUERTOS

El atentado del pasado miércoles en un mercado de Peshawar se saldó con 105 personas muertas. La explosión derrumbó varios edificios del bazar de Meena, el más popular de esta ciudad de 2,5 millones de personas.

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