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«Me enamoré de la ópera con nueve años y esa locura sigue hasta hoy»

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Carlo Colombara

Cantante lírico

Italiano de nacimiento pero residente en Barcelona desde hace seis años, el bajo Carlo Colombara ha ido estrechando relaciones con el Liceu y otros teatros del Estado, asentando aquí la base de una sólida carrera internacional.

Mikel CHAMIZO | DONOSTIA

Al italiano Carlo Colombara su gran especialidad, los papeles de bajo creados por Giuseppe Verdi, le suelen llevar a cantar por todo el mundo, desde el Metropolitan de Nueva York al New National Theater de Tokyo, pasando por el londinense Covent Garden o el Bolshoi de Moscú. Estos últimos días ha estado en Euskal Herria cantando, junto con la Orquesta de Euskadi y el Orfeón Donostiarra, una obra de la que es consumado especialista: el «Requiem» de Verdi.

¿Cómo se dejó fascinar por el mundo de la ópera? ¿Muchos cantantes suelen tener precedentes en su familia.

En mi caso, no. Nadie en mi familia era cantante, ni siquiera aficionado a asistir a la ópera o a escucharla en casa. Pero yo, cuando tenía nueve años, tuve la oportunidad de escuchar «Carmen», de Bizet, en el Teatro Comunale de Bolonia, la ciudad donde nací. Me encantó, me enamoré de la ópera, y es locura sigue hasta hoy.

¿Pensaba, cuando era niño, que llegaría a subirse a un escenario? ¿Ha sido ambicioso para lograrlo?

Todos los cantantes tenemos que tener un punto de ambición. Es necesario, porque cuando empiezas a cantar siempre debes tener la vista puesta en el paso siguiente, en llegar un poco más arriba. Yo, personalmente, soñaba con el día en que podría cantar en la sesión inaugural del Teatro alla Scala de Milán, algo realmente importante para un cantante. Desde que comencé a formarme en el canto, a los quince años, he tenido siempre el pensamiento de hacer cosas muy grandes.

¿Le debe algo a la suerte por haber llegado a donde está hoy?

La suerte es importante, por supuesto, pero no es la cosa principal. Necesitas suerte desde el primer momento. Yo, por ejemplo, fui muy afortunado con mi primer maestro, Paride Venturi, que me inculcó una sólida técnica de canto. Pero, al margen de eso, lo que he conseguido ha sido gracias al trabajo y al estudio constante, algo que no descuido tampoco ahora que mi carrera va bien. La suerte es una cosa que, si se tiene, es mejor, obviamente, pero no es lo más importante para un cantante.

Vive en Barcelona desde hace seis años. ¿Por qué la ha elegido como su centro de residencia y qué encantos le encuentra?

Me gusta muchísimo Catalunya, me gusta muchísimo Barcelona. Me enamoré de esta ciudad y de su forma de vida desde la primera vez que paré en ella para cantar. Me siento feliz de vivir en Barcelona, y de momento no tengo intención de cambiarla por ninguna otra.

Usted parece moverse igualmente bien en repertorios diversos como son el belcanto, la gran ópera francesa y el verismo italiano. ¿Cómo entrena su voz y cómo elije los papeles para lograr esta versatilidad?

Aquí hay que puntualizar algo. Esos repertorios no son iguales porque cambia el tipo de interpretación. Las formas dramáticas y la expresión son diferentes. Pero, en cuanto al estilo de la voz, son iguales. La técnica es la misma para esos tres repertorios. ¡Imagínese! ¡Sería una locura tener que cambiar la impostación de la voz cada vez que uno cambia de repertorio!

¿Siente una inclinación personal por alguna parte de ese repertorio?

Me gusta todo lo que canto, pero es verdad que me he entrenado mucho con la finalidad de ser un buen cantante verdiano. Desde hace viente años vengo cantando los papeles de Verdi por todo el mundo, y eso es algo que realmente me gusta y que me llena. Pero, en general, puedo decir que me gusta todo lo que hago. Eso es muy importante para mí.

También realiza incursiones ocasionales en la ópera barroca y en la del siglo XX.

En efecto, doy muchos saltos. He cantado y grabado a Monteverio, Montemezzi, Mussorgsky, el «Rinaldo», Haendel... Me gusta ampliar mi repertorio, siempre dentro de lo que puedo cantar y viene bien a mi voz. Por supuesto, el centro de mi repertorio es el canto verdiano, pero estoy abierto a todas las miras. Hay cosas que no me gustan, como la últimas cosas de la música contemporánea, que no las cantaré nunca, pero el repertorio desde el 1500 al siglo XX puedo cantarlo, e iré probando cosas nuevas.

¿El repertorio barroco lo aborda también con las mismas premisas que el belcanto?

Obviamente, tiene que haber un cambio de mentalidad. Hoy en día, el cantante ha de ser versátil en su manera de cantar. Antes, un cantante podía hacer una carrera completa con sólo tres o cuatro títulos en su repertorio, pero actualmente eso ya no es posible. Ahora tenemos que hacer cosas muy diversas. Ahora bien, cuando canté Monteverdi lo hice con la misma voz de siempre, la mía. Me quité de hacer cosas particulares que quizá no se adaptaban a esa música y a esa vocalidad, pero la técnica no se cambia nunca.

El «Requiem» de Verdi, que ha cantado por Euskal Herria estos últimos días, es uno de sus papeles más reconocidos y lo ha cantado ya en más de cien ocasiones. ¿Qué dificultades entraña el «Requiem» para los cantantes?

Para el papel de bajo, en concreto, presenta tres o cuatro puntos que los bajos de todos los tiempos han mirado con temor, especialmente el «Mors stupebit» y el «Confutatis». Pero, a un nivel superior, es un papel muy exigente para el conjunto formado por los cuatro cantantes. Hay que ser muy compañero y trabajar muy juntos para lograr un buen resultado con el «Requiem» de Verdi, pues tiene seis o siete momentos a capella en los que es vital que los cantantes se escuchen el uno al otro. Por lo demás, el del «Requiem» es un papel maravilloso, uno de los mejores que existe. Me gusta cantarlo aquí, en Donostia, pasados dos años desde que lo canté en la Quincena Musical, porque la Orquesta de Euskadi es una orquesta de verdad, una de las mejores que tiene España, y porque después de cantar el «Requiem» me voy a comer los mejores pinchos también.

¿Había cantado antes con el Orfeón Donostiarra? ¿Qué opinión tiene de esta agrupación coral?

Cuando yo estuve aquí por el «Requiem», en el 2007, fue dentro de una gira de la Orquesta de Toulouse, y creo que el coro en aquella ocasión era de Donostia. Lo que puedo decirte es que es un coro de verdad, conocido en todas las naciones y con un color muy flexible y muy bonito.

Italiano, pero de por aquí

A Carlo Colombara se le ha adoptado en el Estado español como un cantante casi de la tierra, ya que prácticamente todos los principales coliseos de la península recurren a él con regularidad. Colombara reconoce que «me encanta esto y me alegro mucho de estar viviendo en Barcelona también por esta razón». Al italiano le gusta cantar por estos lares, porque puede tener su trabajo cerca de casa, pero, además, cree que el Estado español, «sobre todo el norte, desde A Coruña a San Sebastián», es, en estos momentos, el mejor lugar de Europa para la ópera. «Es la que ofrece más oportunidades -explica el bajo, que es natural de Bolonia-, con más teatros abiertos, más producciones propias y más repertorio clásico».

«Puede parecer que digo esto porque estoy hablando con usted -confiesa humilde al entrevistador, en vísperas de sus últimos conciertos con la Sinfónica de Euskadi, en Donostia y Bilbo; aunque pasaron por las cuatro capitales de Hego Euskal Herria-, pero le aseguro que para mí, que soy de Italia, la cuna de la ópera, la diferencia entre Italia y España es muy grande».M.C.

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