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Sabino Cuadra Lasarte abogado

Las otras caras de la crisis

Parece evidente que los círculos pegados al poder han pasado a sus edecanes la consigna de extender entre la población la idea de que pronto saldremos de la crisis. Una falacia que, a poco que se observa la realidad a pie de calle, se cae por su propio peso. Y eso es lo que hace, con precisión y detalles, Sabino Cuadra en su artículo. Incremento de los parados, precariedad laboral, situación límite de colectivos de riesgo como los inmigrantes, las mujeres y los jóvenes... Un panorama ante el que, propone, nadie debería quedarse con los brazos cruzados.

Las estadísticas no mienten. Eso dicen al menos quienes preparan las preguntas y datos sobre los cuales aquéllas trabajan y seleccionan sus resultados a fin de mostrarnos finalmente unas conclusiones que nadie, salvo ellos, ven que existan. Muchos estudios ocultan más de lo que muestran y así las estadísticas, con sus abracadabrantes datos y promedios, van dejando por el camino verdades verdaderas para así mejor construir sus grandes mentiras finales.

Las cuentas son las cuentas. Si tú te has comido dos manzanas y tiras una tercera porque ya no puedes más, y yo, mientras tanto, no como nada, resultará que nuestro promedio alimentario es de manzana y media per cápita. O sea, una alimentación equilibrada. Y si mañana resulta que tú vuelves a comer una manzana y yo, por suerte, consigo comer otra, sin tirar nada a la basura, el Instituto estadístico correspondiente nos dirá que las cosas van muy mal, que estamos en crisis y que la recesión manzanera (33% del total antes consumido) amenaza nuestra existencia.

Los datos oficiales dicen hoy que el desempleo se ha estabilizado durante el tercer trimestre del año a nivel estatal (turismo, obras municipales...) y que en Nafarroa el paro ha bajado en 6.300 personas. Ministros, consejeros y directores generales de la cosa han ordenado que las campanas oficiales sean echadas al vuelo. Los campaneros sin embargo, les miran con desconfianza pues saben que lo procedente sería tocar a rebato ante el futuro que se avecina.

Con razón o sin ella, los expedientes de regulación de empleo (ERE) son los que más llaman la atención a la hora de hablar de despidos y desempleo. Son, sin embargo, y salvando su gravedad, el chocolate del loro de la crisis que padecemos. Se calcula que tan solo un 3,5% del incremento del desempleo en el último año tiene por causa un ERE. El 96,5% del paro es producido por finalizaciones de contratos (temporales, de obra...) o por la vía de despidos individuales.

Hay, además, muchas personas sin empleo ni nombre, desconocidas para los avanzadísimos y cibernéticos equipos de los institutos oficiales del paro y similares. Son muchos inmigrantes y mujeres que, por carecer de contrato legal alguno, no constan como empleados, por lo que sus despidos no figuran en estadística alguna. Inmigrantes que están comenzando a regresar a sus países de origen porque ven que el paraíso que les prometieron no es tal y que cada vez se estrecha más en torno suyo el cerco legal, el control policial y la marginación laboral. Mujeres que han venido realizando hasta la fecha distintos trabajos de limpieza y atención a personas y que, ahora, con la crisis, ven que las familias o personas que les contrataron, tras recortar sus gastos, prescinden de sus servicios. Todos ellos y ellas no son, no existen.

Tampoco figuran en las estadísticas esas otras mujeres que, tras ser despedidas de sus trabajos (hostelería, comercio, servicios...) retornan a la cocina de la cual salieron, pues tras sacar las cuentas entre lo que dejan de cobrar y lo que ahorran asumiendo ellas al completo el trabajo familiar, optan por quedarse en casa, renunciando a apuntarse en las oficinas de empleo. Y también son invisibles todos esos jóvenes que, tras terminar sus estudios, deambulan durante años de cursillo en cursillo y de máster en máster (como no hay forma de encontrar trabajo, mientras tanto hacen curriculum), alimentando así a toda esa fauna de cátedros, altos cargos de la Administración y expertos varios de distintas fundaciones que hacen de todo lo anterior una fuente de ingresos complementaria a sus ya altos sueldos. A mencionar, por último, el importante descenso en el número de trabajadores autónomos que se está dando, así como el desempleo parcial (hoy tengo curro, pero ayer no lo tuve y mañana ya veremos) en el cual se encuentra su práctica totalidad.

Todos los colectivos señalados y algún otro más no figuran en las listas del paro. Entre unos y otras, entre éstos y aquéllas, varios cientos de miles de personas son invisibilizadas por las estadísticas oficiales a mayor gloria de ministros y consejeros. «Estamos saliendo del bache», nos dicen. ¿De qué bache?

El período medio de cobro del desempleo oscila entre los 13/16 meses. Está pues cercana la fecha a partir de la cual, mes tras mes, decenas/cientos de miles de parados y paradas engrosarán las ya abultadas cifras de quienes carecen de prestación alguna. A nivel estatal, más de 800.000 personas llevan ya más de un año en paro y tienen ya un pie puesto en esa lista macabra. Junto a ello, en el último año se ha multiplicado por tres el número de hogares que carecen de ingreso salarial alguno. A pesar de ello, los ministros y consejeros (Salgado, Sebastián, Miranda...), tras llevar más de un año haciendo previsiones nunca cumplidas, siguen hablando de un futuro feliz y de jabuguitos hasta hartar. Cobran por eso.

Albert Einstein afirmó en su día que la vida era muy peligrosa. No se refería a la crisis, sino a la guerra y a la energía atómica. Después de constatar este hecho añadió que esto era así «no por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa». Frente a la guerra hace falta ser, pues, pacifista activo, es decir, antimilitarista. Y frente a la crisis capitalista, anticapitalista. Así de claro.

Einstein también afirmó: «No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos». La salida a la crisis, que entre otras cosas es de sobreproducción, no podrá darse impulsando lo que la ha creado: el consumo sin freno, la subordinación de la economía a minorías multimillonarias carentes de escrúpulo alguno (humano, social, ecológico...), el poder incontrolado de políticos corruptos... Hacen falta otros pilares: repartir la riqueza, redistribuir el trabajo (el asalariado y el que no lo es), democratizar la economía, someter ésta a los límites de reproducción del ecosistema, abrir cauces plenos a la participación popular...

Distintos sindicatos y grupos sociales están impulsando de nuevo estos días movilizaciones en contra de esta situación. La mayoría sindical de Euskal Herria está socializando por su lado un decálogo frente a la crisis y acompañando la misma de todo tipo de concentraciones y actos. Muchas cosas más se pueden y se deben hacer. Cualquier cosa antes que quedarnos sentados viendo lo que pasa.

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