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«El quid de la cuestión está en tomar la decisión de echarte a la calle»

Las trabajadoras de Sabeco de Errenteria y las de la residencia Ariznavarra de Gasteiz quieren un sueldo y unas condiciones laborales dignas. Las empresas para las que trabajan obtienen beneficios multimillonarios «a costa del trabajo y del sueldo de sus empleados». Hace meses decidieron «plantarles cara» y emprender sendas huelgas.

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Amaia ZURUTUZA

Ni uno, ni dos, ni tres. 12 y 20. Esos son los meses que llevan en huelga las trabajadoras del supermercado Sabeco de Errenteria y de la residencia Ariznavarra de Gasteiz respectivamente. Como dice Vicky Holgado, presidenta del comité de Ariznavarra, «si lo dices en días parece que es más». Ya que se dice fácil, pero tras más de 370 0 600 días de huelga, un día sí y otro también, «es agotador», afirma Verónica Navarrete, trabajadora de Sabeco.

Dos huelgas, una en Gipuzkoa y otra en Araba, que casualidades de la vida, o no, tienen varias similitudes. GARA ha podido hablar con representantes de ambas plantillas para conocer más a fondo todo lo que conlleva sumergirse en una lucha como lo es una huelga indefinida.

Una primera determinación ayuda en este caso a las trabajadoras de estos dos centros: «es tan justo lo que pedimos», explica Marisa Martín de Sabeco. Y es que una multinacional como la francesa Auchan, propietaria de la cadena Sabeco, que obtiene ganancias multimillonarias pague a sus empleados, como en el caso de Errenteria, 730 euros mensuales con pagas incluidas, indigna. Como dice Martín, «no es normal que una multinacional ganando lo que gana Auchan lo haga a costa del trabajo y salario de sus empleados. Es que no lo entiendo». ¿Y qué hacer ante semejantes actuaciones? Martín lo tiene claro: «O le plantas cara a la patronal diciéndole que no, que hay otro modelo de vida laboral, o te comen, y acabas cobrando 730».

A las empleadas de Ariznavarra les costó mejorar sus condiciones de trabajo, y si lo lograron no fue por la buena voluntad de terceros, sino por una huelga [de ocho meses de duración] que realizaron en 2002 . En aquel entonces, la plantilla emprendió la protesta, entre otras cuestiones, por los 590 euros de salario base que tenían. La huelga se acabó cuando consiguieron un acuerdo, de cinco años de duración, que mejoraba sus condiciones de trabajo. No obstante, con el vencimiento de la vigencia del acuerdo, la empresa Mapfre-Quavitae-Bizi-Kalitatea les dijo a las trabajadoras que jurídicamente les podían quitar «todo lo que habíamos conseguido».

Holgado afirma que esa actitud de la empresa les ha dado fuerza más haya de arrinconarlas. «Si esta gente se ha atrevido con esto se va a atrever con todo, si damos marcha atrás no vamos a estar como antes, vamos a estar muchísimo peor», fue lo que concluyeron las trabajadoras de la residencia hace 20 meses cuando emprendieron esta segunda huelga indefinida.

«La unión hace la fuerza»

En una huelga, como explica Navarrete, «el quid de la cuestión está en tomar la decisión de echarse a la calle. Eso es lo difícil, dar ese paso». Para ello, es muy importante la unidad entre las empleadas. En Sabeco el 100%,de la plantilla -formada por 50 mujeres y dos hombres-, está secundando la huelga; en el caso de Ariznavarra, un 75%. La unión es por lo tanto un factor importante, como dice Maribel Domínguez, trabajadora de Sabeco, «yo creo que eso es lo que les fastidia, la unión que hay entre nosotras». En el mismo sentido, Holgado cuenta cómo ellas decidieron que «o nos unimos todas o no conseguimos nada», y así lo hicieron. Al final, aquel 17 de octubre de 2008 y el 18 de febrero de 2007 las trabajadoras de Sabeco y Ariznavarra se echaron a la calle. Pero, ¿cómo se vive el día a día estando de huelga?.

Las trabajadoras de Sabeco explican que uno de sus problemas ha sido el hecho de que la empresa no tenga ninguna sede o edificio ni en Errenteria, ni en Gipuzkoa. «Es un poco complicado darle caña a alguien que no tienes delante». No obstante, durante todo este año se han concentrado, y lo siguen haciendo, todos los viernes ante el Ayuntamiento. A esa cita semanal le han acompañado multitud de movilizaciones, protestas, recogidas de firmas, asambleas, reuniónes y un largo etcétera.

En el caso de Gasteiz, durante 20 meses, semana tras semana, han mantenido un calendario realmente agitado. «Todos los lunes estamos delante de la Diputación; los miércoles delante de las Juntas Generales, con megáfono en mano, una hora gritando, sin parar; los viernes tenemos asamblea, y los martes y jueves, de todo», explica Holgado. Añade, que «es agotador; no sé de dónde hemos sacado fuerzas pero hemos estado, y seguimos estando siempre ahí».

Martín lo tiene claro: «Si estas trabajando tienes unas obligaciones con el trabajo, pero en un año de huelga también tienes obligaciones con tu huelga y tienes que cumplir con ello y acudir a movilizaciones, a todo lo que haya...». Ya que, como dice, «una huelga no es para quedarte en casa, es para decir estamos aquí, estamos pidiendo esto y hay que luchar por ello».

«La fuerza la cogemos unas de otras»

Inmersas en una dinámica de lucha, que llega a ser diaria, pues como dicen, «no desconectas», «lo tienes todo el rato presente», afirman que uno de los principales apoyos es el grupo de trabajo. «El grupo de Sabeco estamos `superunidas', creo que es el principal apoyo, tus compañeras, y cuando una cae está la otra para hacerle para arriba», explica Martín. «La fuerza la cogemos unas de otras», narra Holgado, «lo que siempre hemos valorado muchísimo han sido las asambleas, que han sido nuestro sitio de hacer terapia».

La familia o los amigos también viven el día a día de la huelga, ya que como dice Domínguez, «somos 52 familias, que es mucha gente viviendo el conflicto». De hecho, afirma que en casa la huelga está presente, y muchas veces son ellos también, los de casa, quienes participan en las movilizaciones, así como quienes apoyan y dan ánimo a las huelguistas. Por su parte, Holgado, en relación a cómo afecta en el entorno más cercano el hecho de estar en una huelga indefinida, habla de «monotema». «Creo que en estos 20 meses con mis amigos y familia no ha habido un solo día que no se haya hablado del tema», explica.

Las críticas hacia las empresas para las que trabajan y hacia las instituciones, en general, son bastante unánimes en ambos casos. En el caso de Ariznavarra, Holgado afirma que «como en todas las huelgas» las trabajadoras han sufrido represalias, acoso o amenazas de sanciones, por parte de la empresa. «El trato de los mandos de la empresa ha sido horroroso», denuncia.

Otro tanto para la clase política: «Se han portado de pena», dice. «El color nos da igual», afirma, ya que en la primera huelga que hicieron el poder de la Diputación alavesa la ostentaba el PP, y ahora lo hace el PNV. «Nos han demostrado que tanto monta, monta tanto», afirma. Precisamente, en esta segunda huelga, denuncia que el PNV ni les ha recibido. «No sé cuántas reuniones hemos podido pedir, y la respuesta siempre ha sido la misma, que ellos no tienen nada que ver con esto».

Las trabajadoras de Sabeco mencionan, por ejemplo, a la concejala de la mujer del Ayuntamiento de Errenteria. «En un año de huelga no se ha acercado donde nosotras ni un solo día». Aunque afirman que sí que han tenido un posicionamiento a su favor del Consistorio y que han recibido el apoyo de algunas fuerzas políticas, también han echado en falta muchos gestos por parte de diferentes instituciones.

Mientras tanto, pasan los meses, y con ellos cientos de días. Las trabajadoras mantienen un mismo objetivo, que es la finalización del conflicto tras un acuerdo que contemple sus peticiones. «Estás esperando una llamada», dice Martín. «Todo el día esperando, esperando a que nos llamen. Es horrible», cuenta Holgado. «El día a día es un poco complicado porque piensas en empezar a hacer algo, algún curso o algo, pero en cualquier momento te pueden llamar y tienes que dejarlo todo para volver a trabajar», señala Martín.

Navarrete expone un claro ejemplo de esta situación: «Tengo al niño en la guardería, estoy pagando una guardería y estoy en casa, para que cuando me llamen poder ir a trabajar». «Siempre estamos dependiendo de una llamada para poder llegar a un acuerdo y poder volver a trabajar», afirma. Navarrete cuenta que piensa todos los días, «cuando me levanto y me acuesto», en el día que volverá a trabajar. «Porque si eres una persona que has estado trabajando toda la vida, que ha tenido su sueldo, su independencia... encontrarte en esta situación te acaba minando como persona». También Holgado espera que llegue el día, porque «al final no tienes vida privada, hemos tenido prácticamente dos años que no tienes ganas, estas cansada, dejas planes...».

El segundo sueldo

La situación de la mujer en el mundo laboral tiene relación directa con estos dos conflictos. Las trabajadoras de Sabeco afirman que «Auchan busca mujeres a jornada parcial y que sean el complemento en casa de un salario principal. Esa es su filosofía». En el caso de Gasteiz, el 98% de la plantilla son mujeres. Al respecto, Maribel Canelada, otra trabajadora de Sabeco, es clara: «No se puede tolerar que traten así a las mujeres, no podemos dejar que se nos pise así y que sigan haciendo con nosotras lo que quieran. No por dignidad». Con cierta ironía, Martín señala que «el tipo de trabajo que está preparado para las mujeres la verdad es que no es el más dignificante del mundo».

No obstante, demuestran no estar por la labor de aguantar, o más bien padecer, esta realidad, y día a día refuerzan la perspectiva que tienen ellas. «Lo primero, somos personas. Personas que están trabajando, y yo mi trabajo lo realizo igual que lo realizaría un hombre», dice Navarrete. «Entonces, no entiendo por qué los trabajos que supuestamente están dirigidos a las mujeres tienen salarios mas bajos. Es que no lo entiendo. ¡Si yo meto mis horas como un hombre!». En este aspecto, Holgado también es firme: «Nosotras entendemos que nuestro sueldo no es un segundo sueldo sino que es nuestro sueldo. Queremos luchar por un sueldo digno». «Siempre se piensa que el sueldo de las mujeres es el segundo sueldo, todavía en esta sociedad, por mucho que se diga, se oiga, se nos quiera decir lo contrario. Es así, es el segundo sueldo», añade. Pero demuestran que no están dispuestas a aceptar estas connotaciones. «El segundo sueldo para nada. Yo trabajo desde que tengo 18 años y mi sueldo es primordial, es mi sueldo, mi independencia, y voy a luchar por él hasta el final, para que sea lo mas digno posible. Porque lo importante es la dignidad».

«Hasta el final». Una frase repetida por todas ellas. Ya que, como dice Holgado, «si se lucha puedes conseguirlo; si no luchas, desde luego que no». «Si no te mueves está claro que nadie te va a dar nada», dice, tras señalar que cuando ellas emprendieron la huelga no estábamos en crisis, y no les dieron nada. «Ahora con la excusa de la crisis menos todavía», afirma. Por lo que «hay que tener muy claro lo que quieres, y en asamblea decir, `¿estamos de acuerdo?, `¿alguien tiene dudas?', `¿lo vamos a intentar? Pues adelante», sentencia.

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llevan en huelga indefinida las trabajadoras del supermercado Sabeco de Errenteria y de la residencia Ariznavarra de Gasteiz, respectivamente.

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