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El paro es una clara señal del fallo del sistema

Dentro del contexto de crisis socioeconómica mundial el desempleo parece no tener freno. Por mucho que los mandatarios se empeñen en subrayar los pocos elementos positivos que se puedan extraer de esta situación, las metáforas macroeconómicas no consuelan a aquellos que han perdido su puesto de trabajo. Los datos del paro resultan imposibles de maquillar y los diferentes poderes ya han aprendido que, de manera sincera o no, tienen que dar cierto aire de solemnidad a las malas noticias, las peores que puede recibir una sociedad. Así, en Hego Euskal Herria en el mes de octubre 164.326 personas estaban inscritas como paradas en las oficinas de los Servicios Públicos de Empleo, lo que eleva la tasa del paro al 12,13%. El incremento de personas paradas es de 49.103 si se compara con las cifras de hace un año. La Comisión Europea pronosticó ayer que el paro en el Estado español ascenderá por encima del 20%. Escandaloso, se mire por donde se mire.

A menudo, al reparar en estos datos de manera aislada, se olvida que durante el tiempo que dura esta crisis el paro no es lo único que no ha tenido freno. Tampoco se ha establecido freno a la especulación, a los productos financieros peligrosos o a las primas a los responsables de este desastre, por citar unos pocos elementos. Es decir, que no se han modificado, siquiera en lo más mínimo, los fundamentos económicos sobre los que funcionaba un sistema que se ha mostrado fallido.

En ese periodo el ciudadano de a pie ha recibido clases aceleradas de economía que le han enseñado cómo se calcula el PIB o cuántos trimestres de crecimiento negativo deben concatenarse para considerar «técnicamente» que se ha entrado en recesión. Pero, ¿cuál es el número de parados necesario para determinar políticamente que el sistema actual, el capitalismo, ha fallado y que ese fallo es estructural? El paro es una señal, un reflejo de ese fallo sistémico. Pretender compadecerse de su rostro humano mientras se toman medidas económicas y políticas que lo hacen endémico es, además de obsceno e hipócrita, una auténtica irresponsabilidad.

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