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Raimundo Fitero

Secuestrados

Como era previsible, la acción emprendida por el excelentísimo señor don Baltasar Garzón, trayendo a Madrid para ocupar tiempo mediático a los dos supuestos integrantes del grupo que confiscó temporalmente un barco esquilmador de la fauna marina de la zona, iba a ser un ingrediente importante en la resolución o no del conflicto. El espectáculo que roza el crimen de lesa humanidad al traficar con la edad de uno de los secuestrados por el ordenamiento jurídico español no ha hecho sino encrespar los ánimos de quienes están pidiendo una cuota por el uso exagerado de sus aguas y de sus tesoros. Hay miedo a que se produzcan muertes: la chulería, el fundamentalismo, las palabras vacías expresadas con retruécanos se colocan siempre por encima de la vida humana.

Y como decimos y seguiremos insistiendo: la seguridad es la gran fuerza secuestradora de la libertad. En este concurso de cinismo extremo, vemos a un portavoz del PP acusando al ministro Pérez Rubalcaba de espiar a todos los ciudadanos. Es así, claro, lo ha sido desde hace tiempo, y si miran su nómina de ministros del interior lo comprenderán sin esfuerzo, y si tienen ahora tecnología punta, la usan con o sin requerimiento judicial previo, porque si aparecen pruebas de algo los jueces las asumen sin rechistar. No preguntan casi nunca cómo se han conseguido, ni con qué invento técnico, ni con que manual de interrogatorio especial, siempre que sirvan para que trufen sus tesis. Y aquí sabemos tanto de Sitel, como de lo otro, y lo otro y lo de más allá. Todos sabemos que hasta el teléfono de la ducha puede estar enchufado al otro lado donde estarán los chicos de Rodolfo, de Antonio, de Alfredo dispuestos a saber si nos hemos tirado un pedo. Estamos secuestrados por el sistema de espionaje global.

Se nos anuncia algo que entra dentro de la extorsión social: los clubes de fútbol pueden ir a una huelga porque hay un rumor de un proyecto gubernamental para quitar los privilegios fiscales a las figuras del balompié que cotizan muy por debajo del resto de los contribuyentes. Casi la mitad, lo que es bochornoso. Y más que la patronal coloque una huelga para mantener esa insostenible situación.

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