Fermín Gongeta sociólogo
Las tres patas de la mesa de los mercaderes del planeta
La primera de las patas es la de los medios de información, la prensa escrita, la radio y la televisión. A los periodistas de estos medios de desinformación, Serge Alimi les denomina «los nuevos perros guardianes». Perros guardianes de los grupos industriales y financieros. De ser el cuarto poder frente a los gobiernos, han dado una vuelta hacia atrás, declarándose servidores y siendo cortesanos de los partidos en el poder. Su pensamiento y objetivo es el del mercado y no el de la veracidad. Es la manera fácil de conseguir subvenciones.
La segunda de las patas de la mesa son los intelectuales. Esos señores que parecen dedicarse por oficio a pensar más, aunque no siempre mejor. Los intelectuales serían aquellos que nos proponen ideas y análisis, que son capaces de aclararnos sobre las situaciones políticas, sociales o económicas para tomar nosotros decisiones con conocimiento de causa. De esos nos quedan muy pocos. Profesores universitarios, periodistas y escritores se han derechizado completamente. Lo que les importa es la audiencia y las ventas, nunca la veracidad de los hechos ni la ideología humana y democrática.
Por eso Daniel Lindenberg les llama los nuevos reaccionarios, los «reac». Unos fueron y son de derechas. Otros se llamaron de izquierdas, autoproclamados furiosos peceros, maoístas o trotskistas, que hoy toman asiento en cátedras y asesorías de gobiernos. Antes se etiquetaron como auténticos opositores del franquismo, ahora se pasean también «íntegros» ellos, pero como voceros del poder de turno.
La gran prensa y estos intelectuales «reac» son los peones de la guerra cultural, destructora del raciocinio más elemental, y base de la sociedad democrática.
La Iglesia es la tercera pata de la mesa de los mercaderes del planeta.
El llamado Siglo de las Luces, el XVIII, fue un periodo de la vida europea marcado por el racionalismo filosófico y la exaltación de la ciencia así como por la crítica del orden social y de la jerarquía religiosa católica. Lo exaltaron Montesquieu, Rousseau, Voltaire, con precursores tan ilustres como Descartes o Baruch Spinoza
Estos pensadores fueron conscientes de salir a flote de unos siglos de oscuridad y de ignorancia, y de entrar en una nueva edad iluminada por la razón, la ciencia y el respeto a la humanidad. Defendieron las ideas de libertad, razón, tolerancia, solidaridad, progreso, la separación de poderes y el rechazo abierto a la monarquía de derecho divino.
Pero el capitalismo del siglo XXI necesita menos razón y más sumisión, dominar al hombre desde su interior, apretarle más las tuercas desde el miedo.
Por eso la religión ha reaparecido con enorme fuerza en la escena pública política, en el seno de las sociedades nacionales y a escala mundial, acelerando la idea de una inseguridad planetaria más supuesta que real. Dios, del que se había anunciado prematuramente su muerte, hace actualmente negocio político. Intelectuales que faltos de referencias humanas de comportamiento, buscan su comodidad volviendo a su pasado religioso. Eso sí, alimentados de mil maneras por gobiernos y adinerados.
Los apologetas del orden moral y de la seguridad, de las grandes potencias por supuesto, nostálgicos de creencias con las que hacer frente y detener la evolución social y la democracia, giran 180 grados hacia el viejo orden, hacia la autoridad de eclesiásticos iluminados, a la restauración de los radicales valores divinos, del pecado, el juicio final, el castigo eterno, el miedo, el terror.
El objetivo es destruir la racionalidad del hombre y de la colectividad, la edad de la razón y del respeto, para adentrarnos en la edad media planetaria. Interesa poner la religión como ideología base de la organización política y de una concepción católica del Estado.
Es la vuelta hacia atrás, hacia el sentimentalismo fácil, al personalismo, a la negación de las potencialidades del hombre y de su sociabilidad. Dios es todopoderoso. El hombre es pecado y miseria. Al que únicamente le queda el recurso de la oración, la súplica, el arrepentimiento y la espera. Todo, absolutamente todo nos viene de Dios, y de sus representantes en la Tierra, que se sienten molestos con todo tipo de crítica.
Algunos católicos han criticado al Papa Ratzinger por levantar la excomunión a los integristas de extrema derecha, al obispo Lefebvre y Monseñor Richard Williamson, negador de las cámaras de gas nazis. El Papa, ofendido por las voces críticas, ha fustigado a los católicos... como lo hace cualquier otro gobierno con los disidentes. «Tenemos la impresión -escribe el Papa- de que nuestra sociedad necesita tener al menos un grupo con el que no se debe tener tolerancia alguna, y sobre el que se pueda fácilmente golpear con odio. [Se refiere al grupo integrista] Y si alguien intenta acercarse a ese grupo, como fue el caso del Papa, él mismo pierde el derecho a la tolerancia y también él, es tratado con odio, sin escrúpulo alguno y sin moderación» (Citado por Pascal Riché: «Carta de Benedicto XVI» en «Rue89»).
En el Reino de España se supone que al menos medio millón de personas están vinculadas a los grupos católicos más conservadores y constituyen el núcleo de la Iglesia. Son Legionarios de Cristo, los de Comunidad y Liberación, Neo catecúmenos, Focolares y del Opus Dei. Defienden que son la única herramienta capaz de evangelizar a una sociedad cada vez más secularizada.
Tal vez esto no tendría demasiada importancia si todo este movimiento conservador no tuviera influencia alguna en la política del reino entre pasillos y en la calle, y si al mismo tiempo no estuviera sufragado por todos nosotros a través del Gobierno por cantidades que hacen palidecer. El año 2008 la Iglesia católica en el Reino obtuvo 67 millones de euros más que en el 2007 por un total de 241,3 millones de euros. ¿Únicamente 241 millones de euros se ha llevado la Iglesia del reino de España el año 2008?
No es del todo exacto. Francisco Delgado, presidente de Europa Laica, afirma y detalla que «la cifra estimada que el dinero que el Estado (central, autonómico, local) ha cedido directamente a la Iglesia católica, el año 2008, ha superado los 6.000 millones de euros».
¡6.000 millones de euros para transmitir a los ciudadanos del reino la serenidad, las bienaventuranzas, los pecados capitales y el miedo a la muerte! Todo un ejercicio de economía política.
La Iglesia conoce el negocio, pues no en vano lleva veinte siglos de acción dominando la mayor empresa mundial de la vana cultura. Ella es la mayor empresa galáctica de servicios, ofreciendo sacramentos e imponiendo mandamientos de obligado cumplimiento. Todo ello a cambio de la supuesta salvación eterna. ¿No es acaso la mayor empresa publicitaria? Ella anuncia algo que no posee, un próximo futuro que ni lo domina ni le pertenece, puesto que es inexistente. Vende viento miseria y esperanza. Y cobra siempre por adelantado.
Prensa, intelectuales e Iglesia son las tres patas que juntas e imbricadas soportan la mesa de la mundialización de las ideas: sumisión, dejar hacer a los poderes políticos y económicos, ver la tele, callar las bocas, no pensar. Mundializan las ideas porque los mercaderes de vidas del planeta, quieren tener barra libre en el reparto de las riquezas del mundo. Es la mafia que cobra sus impuestos prometiéndonos una seguridad que jamás llega. Porque nuestra seguridad está en nosotros mismos, en el de al lado... Y no aprendemos...