El Gobierno de Ares, inmerso en su tarea de «desnacionalizar» la CAV, se ha dado de bruces con la mayoría de la población. La cosa va por fases y ayer el desencuentro fue con la mayoría sindical, que le dio plantón.

En «El Mundo» reaccionaron de inmediato, en apoyo del Gobierno que tratan de legitimar a cualquier precio, sabedores del pecado original de ilegitimidad que arrastra.

Según el periódico de Pedro J. Ramírez, la cosa ha ido a peor: «A Patxi López los sindicatos nacionalistas le dieron la espalda el primer día. Con Isabel Celaá han tardado seis meses, pero la conclusión es la misma». Algo habrán hecho, digo yo.

La toman, además, con los de ELA: «ya ha demostrado, boicoteando el diálogo social tambien durante las legislaturas de Ibarretxe y Azkarraga, que dista mucho de la moderación de la que en ocasiones hace gala el PNV. Incluso en la negociación colectiva, el sindicato de Elorrieta, hoy con su heredero Txiki Muñoz al frente, ha demostrado una radicalidad superior a la de LAB». Ya mentó a la bicha.

Y lo que les parece nefando es la unidad sindical: «Ayer, ambas centrales hermanadas por su concepción de país, declararon la guerra a Celaá, plantando a la consejera, junto a STEE-EILAS, en la Mesa Sectorial. Sabido era que los cambios en Educación encontrarían serias resistencias entre quienes consideran que la defensa identitaria y la preservación de un idioma lo justifican todo, incluido el adoctrinamiento en las aulas y la radical exclusión del profesorado no bilingüe». Es curiosa la concepción de las cosas que tienen los unionistas. Les parece normal que imparta clases en euskara quien no lo sabe hablar y que el director general de EiTB no entienda lo que se dice en uno de sus canales. En fin, son así de peculiares.

Lo mejor es cuando se adentran en el meollo de la cuestión: «El atrevimiento de Celaá ha consistido en seguir el programa del PSE y en llamar a las cosas por su nombre, frente a tanta falacia lingüística y libros de texto ajenos a la realidad del marco jurídico-político vigente. Su reforma educativa intenta reinstaurar el respeto a la verdad y restablecer la igualdad entre el euskara y el castellano. Es lógico que no guste a quienes no se identifican con ambos principios». ¿Igualdad? ¿Verdad? ¡Que se rían de su padre!