La vida muchas veces depende de un golpe de fortuna como simbolizaba la película «Macht Point», cuando un anillo que se intenta tirar a un río y golpea en una barandilla y se queda en tierra, motiva que una persona que se hubiera pasado toda su existencia en la cárcel se queda con una vida plagada de lujo.

La fortuna en la Real tiene el nombre y el apellido que pronunciaban todos los realistas felices al final del partido: Antoine Griezmann. Él solo salvó un partido mediocre y es un regalo caído del cielo a un club y una afición azotada con tanta crueldad como injusticia por esa ley de Murphy que demostraba que por muy mal que vayan las cosas, siempre pueden empeorar.

Con él ha cambiado la suerte. Ha pasado en unos meses de ser un jugador del segundo juvenil a adueñarse del corazón de Anoeta. Marcó su cuarto gol y, como los dos primeros, abrió el camino del triunfo ante una afición que se marchó feliz tras asistir a la cuarta victoria consecutiva en el estadio sin encajar un gol.

Su irrupción es fruto del trabajo bien hecho, pero también de un cúmulo de circunstancias afortunadas. Eric Olhats fue a ver un torneo sin saber qué se iba a encontrar como pudo ir a cualquier otro sitio. Unos técnicos torpes del Montpellier decidieron que aquel zurdo al que probaban no tenía futuro. Se le ocurrió a Olhats dejar una nota manuscrita en la que le invitaba a venir a la Real. Ese papel no acabó en una papelera y fue leído y respondido. Aguantó Antoine la dureza de vivir con trece años a mil kilómetros de sus padres con compañeros que no hablan francés. Se lesionó Erdozia para que le tocara a él hacer la pretemporada con el primer equipo y tuvo que unirse el fracaso en el intento de contratar a otro interior izquierdo al mal inicio de Johnatan para que el chaval alcanzara la titularidad.

Pero la gran suerte de la Real es que a alguien se le ocurrió firmar en mayo un contrato profesional hasta el 2014 a esta joya a la que se le puede elogiar sin miedo de que se le suba a la cabeza. Lo definía bien Larrañaga fruto de su conocimiento de su época de responsable del fútbol base de Zubieta: «Éste es futbolista. A fútbol juegan muchos, pero futbolistas hay pocos».

Y a Griezmann se le puede elogiar porque es futbolista. En el juvenil no se salía y se apostaba más por otro buen jugador en su puesto, pero se le veía algo distinto. Esperaba que alguien le ofreciera una rendija para dar entrada a su talento y cuando vio una pequeña luz la ha aprovechado para llegar al primer equipo y al corazón de su gente para no irse nunca, salvo que alguien se enamore de esta joya, pase por caja y se lo lleve.

Mientras tanto, Anoeta va a poder disfrutar de este tipo de futbolistas que por sí solos justifican acercarse a un estadio en días desapacibles como el de ayer. Los 15.000 que desafiaron al vendaval vieron premiada su fidelidad sólo con los detalles que les ofreció en un segundo tiempo en el que la Real pudo ganar el partido gracias a que no lo perdió en el primero.

El mérito de no perder

Porque la fortuna ha cambiado para este club. Otras temporadas, haciendo lo mismo, la Real se habría retirado al descanso en medio de una bronca con el partido ya sentenciado. Cometió los suficientes errores en los últimos minutos del primer tiempo como para conceder media docena de opciones claras al Recre. Entre los postes, Bravo y el desacierto rival permitieron llegar viva a la Real hasta que el pitido del árbitro que anunciaba el descanso sonó como la campana salvadora para un boxeador machacado por los golpes.

Y eso que la Real empezó bien en unos primeros diez minutos en los que jugó casi siempre con diez por una fractura nasal de Rivas. Casi siguió con diez hasta que se fue. Hay que alabar su disposición a aguantar, pero con la nariz rota lo mejor para el equipo y para él es hacer el cambio.

A los dos minutos Griezmann penetró en el área en ventaja y Guayta impidió que su centro pudiera ser rematado por Agirretxe, que tuvo una segunda ocasión en un remate que salió alto. Además en el minuto 21 Ansotegi cabeceó al poste una falta botada por Griezmann.

A partir de ahí el Recreativo se adueñó del balón y del encuentro. Jugó en el medio campo realista y le bastó con aprovechar los errores blanquiazules, sobre todo por el pésimo partido de un De la Bella que pedía un sitio en la grada para poder ver mejor a la joya que tiene delante. Y es que, independientemente de la asistencia que le dio en Alicante, es al que más cerca tiene y parece que no lo ve. No sólo no es capaz de asociarse con él, además, casi siempre elige la peor opción a la hora de pasar y regala lo más caro que debe tener un defensa, su espalda. Habrá que esperar un tiempo para saber si Carmona es tan bueno como pareció ante De la Bella.

El mérito de Lasarte

Su titularidad, porque Markel hasta ayer no ha hecho méritos para demostrar que está mejor que Rivas, es de lo poco que se le puede discutir a un Lasarte al que hoy hay que elogiar tanto como criticar por lo que hizo en Alicante. El uruguayo tenía que regresar al punto de partida del inicio del segundo tiempo contra el Córdoba y lo hizo, aunque no funcionó más que en los diez primeros minutos. Entonces enseguida se puso la Real por delante y para llevar la iniciativa en Anoeta no es lo mismo jugar con Elustondo y Zurutuza que con Rivas y Nsue, porque Aranburu necesita una referencia cercana con la que combinar.

Para ese fin Lasarte centró a Xabi Prieto, pero él y el azpeitiarra apenas entraron en juego y no se encontraron en el primer tiempo. Y la posición centrada del donostiarra dejó a la Real sin su fuerte banda derecha. Nsue no es un jugador de combinar ni de hacer jugadas en banda, sino de culminarlas con su gran potencia y para rendir bien en un carril necesita que desde el otro se cree una ocasión que él pueda rematar con su tendencia natural al centro. Al no tener a Xabi Prieto delante, la verdad es que tampoco tenía el balón la Real, Estrada no subió por su banda en todo el primer tiempo.

Por la izquierda Griezmann, mal apoyado por De la Bella, sólo entró en acción en la primera jugada y en el centro, pese a tener inferioridad numérica, Javi Fuego y Emilio Sánchez, con apoyos puntuales de Pablo Sánchez, se imponían a los tres realistas, sobre todo porque los dos pivotes estaban muy cerca de la defensa y demasiado lejos de Xabi Prieto y Agirretxe.

Lasarte tenía que cambiar algo e hizo los cambios apropiados. Tras el descanso devolvió a Prieto a la derecha y para el minuto 5 Peña ya tenía que haberse ido a la calle por doble tarjeta. Pero la clave estuvo en las dos sustituciones. Markel jugó veinte metros por delante de Rivas e imprimió al juego una mayor velocidad a la hora de pasar el balón sin caer en la imprecisión de otros partidos y Sergio demostró que en las segundas partes puede aportar media hora muy buena con su calidad y talento sin que se note su baja cilindrada a la hora de trabajar.

Los cambios permitieron que el partido empezara a decantarse del lado de la Real, que recuperó el balón y jugó en el medio campo rival. Eso obligó a Javi López a reforzar su centro del campo, lo que sólo le valió para soportar una dura rueda de prensa porque Sergio encontró a Griezmann con un pase perfecto y el juvenil no perdonó.

Y esta Real pulida a pase de golpes de cincel, como el chaval, es distinta a la de otros años y cada vez que se adelanta aguanta el marcador. En los veinte minutos finales no sufrió y jugó más tiempo en el campo rival que en el propio, apoyada por los cambios. Ayer Bueno sí salió cuando debe hacerlo e hizo un buen trabajo como cada vez que ha jugado en Anoeta con ventaja. Así la Real sumó su cuarto triunfo seguido en casa y todos los resultados le acompañaron hasta auparla a un liderato que mantendrá si el Cartagena pierde hoy el derbi murciano.