CRÓNICA Primer Arantzazu Eguna
Una cripta reinaugurada pone fin a la deuda de Arantzazu con Basterretxea
Néstor basterretxea aprovechó ayer, día en el que se reinauguró la cripta de Arantzazu que decorara hace 25 años, para subrayar «la insistencia de la Iglesia en pedir a los artistas que testimonien figurativamente lo que es puramente metafísico». Él lo intentó, por encima de obstáculos censores, y el resultado sigue impactando en la cripta que se reabrió en el I Arantzazu Eguna.
Itziar AMESTOY
«Ha sido un embarazo largo, pero el parto ha salido bien y ha sido hermoso». Con esta elocuente metáfora daba por zanjado Néstor Basterretxea su desencuentro personal con los franciscanos de Arantzazu. El «parto» consistió en la reinauguración ayer de la cripta que decoró el artista de Bermeo. Se llevó a cabo en el marco del primer Arantzazu Eguna, en el idílico entorno que ofrece la situación del santuario -lugar en el que por el año 1553 se dice que se apareció la Virgen sobre un espino blanco-. La intensa lluvia que regó la jornada no consiguió empapar el encuentro que supuso la reinauguración de ayer entre Basterretxea y el santuario.
El «embarazo» al que se refería el artista se remonta al año 1953, cuando se escogieron los artistas que decorarían la nueva basílica que se iba a construir en los dos años siguientes. Entonces, se decidió que la escultura la realizaría Jorge Oteiza, a Basterretxea le correspondieron las pinturas de la cripta, el ábside se le encomendó a Carlos Pascual de Lara, las vidrieras a Javier Álvarez de Eulate y las puertas a Eduardo Chillida. La jerarquía eclesiástica censuró a los tres primeros. Mientras los apostóles de Oteiza veían pasar los otoños desde la cuneta, los murales de Basterretxea fueron atacados directamente. Alguién que no soportó el mensaje del artista hizo que las primera líneas ya dibujadas amanecieran un día borradas con pintura blanca.
A pesar del agravio, en la década de los 80 después de algunos contactos entre los franciscanos y el bermeotarra, éste concluyó su obra. Fue en 1983. Aun así, el proyecto visible no guarda ninguna relación con el de los años 50 -de este primero se conservan algunos bocetos en el archivo de Arantzazu-. Sin embargo, la relación entre las partes siguió siendo problemática hasta que en abril de este año firmaran el documento «Por un acuerdo positivo».
La reconciliación tuvo su punto álgido en las palabras que, amparado por el Cristo rojo que el mismo dibujó, Basterretxea dirigió a los presentes en la reinaguración. En su alocución se detuvo en la insistencia de la Iglesia para que «los artistas testimonien figurativamente lo que es puramente metafísico». Así, después de ofrecer un repaso por la historia que reflejan sus murales lanzó un gráfico: «La buena nueva. Bien. Pero, ¿cómo se pinta la buena nueva?». También recordó las convenciones estéticas a las que se recurre para representar estos conceptos metafísicos.
Obstáculos aparte, el artista plasmó su visión en 18 impactantes murales que él mismo describe: «Comienzo por la creación del cosmos, sigo con la creación de las mitologías por parte del hombre para explicar lo que no acierta a comprender por la razón; sigue el cristianismo y, por último, un signo de la última época, las guerras en el proceso del tiempo». Desde su reinauguración se podrán observar con una mejor iluminación y acondicionamiento. En el acto de ayer, sin embargo, no faltó algún visitante observador -o puntilloso, según se mire- que fijara su atención en algunas de las humedades que se ven en los murales. Pero tan solo fueron detalles en un día que, después de la remodelación impulsada por la Asociación Arantzazuko Adiskideak, los murales de la cripta -lugar en el que se supone que estuvo la capilla de la aparición, es decir el sitio donde se produjo- fueron los protagonistas.
Para la celebración que toda reconciliación merece, la jornada de ayer fue completa. Además de un paseo por el camino adaptado de Gomiztegi, también se celebró misa, se pudo disfrutar del sonido de trikitixas y de los bertsos de Andoni Egaña y Sebastian Lizaso, así como de una comida popular como broche a un primer Arantzazu Eguna, una festividad que se inauguró ayer pero que promete nuevas ediciones.