La más famosa visión operística sobre «Fausto», de Gounod, en Bilbo
El pasado sábado la ABAO estrenó una producción del «Fausto» de Charles Gounod, quizá la adaptación musical más conocida del mito fáustico, aunque no la única, pues la leyenda diabólica del Doctor Fausto ha alimentado la imaginación de numerosos compositores.
¿Qué hay en el “Fausto” de Goethe que no se encuentra en las adaptaciones anteriores, para que inspirara a los más importantes compositores del siglo XIX, y también a poetas de la talla de Lenau, Heine o George Sand? Además de la intrínseca calidad literaria de la creación de Goethe, es bien conocido el gusto del Romanticismo y sus artistas por la imaginería demoníaca. Gounod, autor del “Fausto” operístico más famoso, vivió un tiempo en Italia, atraído por el clima, la tranquilidad y la abundancia de iglesias, pues era un ferviente seguidor del catolicismo y la vida religiosa. Allí leyó el “Fausto” de Goethe, que le impactó como sólo podía hacerlo con un creyente de aquella época. De esa impresión tan fuerte y esa fe en lo sobrenatural tomó la ópera su aire de espantoso misterio y su credibilidad dramática. De forma similar, pocos años más tarde vería la luz uno de los poemas sinfónicos de tema diabólico más aterradores del XIX, “El cazador maldito”, surgido de la mente de un católico casi asceta como era César Franck.
Pero, además del propio clima religioso de la época, hay algo intrínsecamente diferente en el “Fausto” de Goethe. Todas las versiones anteriores, aunque desarrollaran diferentes biografías o aspectos del personaje, coincidían en la misma conclusión: Fausto, en cumplimiento de su pacto con el Diablo, muere tras los veinticuatro años de juventud y sabiduría que le han sido concedidos y es arrastrado al infierno. Frente a ese desenlace ejemplarizante, el “Fausto” de Goethe tiene un final feliz, en el que el pecador se arrepiente en su lecho de muerte y Mefistófeles, engañado por un coro de niños y de ángeles, pierde el alma de Fausto, que es conducida al cielo. Fausto salva su alma por medio de la redención, y es, precisamente, la redención uno de los temas capitales en la música europea desde las sinfonías de Beethoven hasta bien entrado el siglo XX. Probablemente, el abate Liszt nunca hubiera compuesto su “Sinfonía Fausto” si no pudiera desandar los tortuosos caminos que siguen sus dos primeros movimientos con el final de un tercero gloriosamente liberador. La salvación final de Fausto se da también en las otras dos versiones operísticas del XIX además de la de Gounod: el “Fausto” de Spohr y en “Mefistofele” de Arrigo Boito. Solo Berlioz, aficionado a los finales truculentos, decidió mandar al personaje a los infiernos en su leyenda dramática “La condenación de Fausto”.
Fuera del campo de la ópera, Fausto tuvo su tratamiento musical en canciones y piezas de todo tipo. Por ejemplo, la “Fantasía Fausto” de Sarasate, o las “Escenas del Fausto de Goethe” de Schumann. También una poco interpretada “Obertura Fausto” de Wagner, o el grandioso segundo movimiento de la “Sinfonía de los mil” de Mahler. Esta última ya nos lleva a comienzos del siglo XX, una centuria en la que autores como Prokofiev, Pousseur, Schnittke, además de “modernos” como Frank Zappa, Tom Waits, Radiohead, Gorillaz o Muse, han visto renovada su fascinación por el hombre que vendió su alma al diablo.
Hace once años que el “Fausto” de Gounod no sonaba en la capital vizcaina, y es por ello que la ABAO ha seleccionado una producción al gusto de todos los públicos para sus cuatro funciones entre el 14 y el 23 de noviembre. Los nombre de Ezio Frigerio y Franca Squarciapino, como responsables de escenografía y vestuario, aseguran un componente visual cuidado al máximo y sin estridencias, lo mismo que la dirección escénica de Nicolas Joël, un habitual de ABAO. La calidad vocal la aseguran los dos cantantes que encarnan los roles de Fausto y Marguerite. El polaco Piotr Beczala llega de la Lyric Opera de Chicago donde ha recibido grandes críticas con este mismo papel, mientras que la italiana Eva Mei, quien por fin debuta en Bilbo, es una soprano de gran renombre y sobrada personalidad como para firmar una brillante “Aria de las joyas”. M.C.