Tras la liberación de los arrantzales del «Alakrana», a las fuerzas políticas del Estado español les faltó tiempo para arremeter contra el Gobierno de Madrid por su pésima gestión del secuestro. Ciertamente, la irresponsabilidad de ese Gobierno durante el secuestro ha sido manifiesta; sin embargo, a casi nadie se le ha ocurrido plantear un debate en profundidad acerca de un problema, que sigue vigente, como el de la situación en las aguas del Índico. La arremetida general no ha ido en esa dirección, sino en la de obtener réditos políticos. Una actitud que contrasta abruptamente con la mantenida por los familiares de los arrantzales a lo largo del secuestro. Éstos, sobreponiéndose a la dura situación que atravesaban, mostraron una serenidad y discreción dignas de encomio. Y junto a esa digna actitud, cabe destacar, asimismo, la de la sociedad vasca, que en todo momento ha mostrado su apoyo incondicional a las familias, especialmente en los momentos más duros, uniéndose a ellas en la exigencia de responsabilidad a los implicados en la resolución del secuestro.