No es cuestión de enumerar todas las versiones que se han rodado basándose en el original literario de Dickens porque, incluso en las peores de ellas, siempre sale a relucir algo mágico, algo que conecta directamente con el espectador y nos ayuda a redescubrir el cuento del viejo y miserable Ebenezer Scrooge. Muchos afirman que buena parte de culpa de que ocurra este fenómeno se debe a la infalible ambientación victoriana de ese Londres eternamente brumoso. Aunque esto no es del todo fiable y si no que se lo pregunten al bueno de Bill Murray cuando padeció la pesadilla actualizada y urbanita del clásico dickensiano en «Los fantasmas atacan al jefe» de Richard Donner. Quizás, el efecto mágico de este cuento imperecedero radique en la propia simplicidad de una historia gobernada por completo por un Scrooge condenado a dar un giro a su despreciable personalidad. Esta nueva variante Disney de «Cuento de Navidad» no traiciona el espíritu del original literario, lo único que hace es amplificar al máximo las posibilidades visuales de una narración hasta convertir la inusual odisea nocturna del protagonista en un circo tridimensional bellamente orquestado. El magnífico vuelo sobre aquel Londres victoriano surcado por tejados nevados, sirve como brillante tarjeta de presentación a este filme que tiene en la arquitectura y en los decorados su baza más interesante. Otra cosa ocurre cuando entran a escena los personajes. En su «obsesión» por alcanzar la perfección absoluta en las técnicas infográficas, y sobre todo en lo que se define como stop motion, Zemeckis persevera en su empeño por dotar de vida propia a personajes virtuales que primero fueron humanos. Mucho más lograda que la fallida «Polar Express», este nuevo intento de depuración técnica sigue descubriéndonos las limitaciones de un estilo que puede recrear con gran detalle los movimientos, pero nunca el alma de los personajes, esa que siempre se asoma a través de las miradas. Por ese motivo resultan los personajes tan fríos en esta versión visualmente espectacular pero carente de emoción.