Anjel ORDÓÑEZ I Periodista
El rabo, el rábano y las hojas de madroño
Se ha armado un revuelo estupendo con los trajes de la Ertzaintza. Un escándalo de esos que tanto le gusta montar a Patxi López para que se note que en Ajuria Enea han cambiado los visillos. Un delicatessen del frentismo más simbólico, lanzado con entusiasmo por PSE y PP, pero que empiezo a sospechar le hace mucho tilín al PNV, porque Urkullu cree que le apelotona la parroquia en los batzokis. Ustedes dirán, si no, con qué menaje se merienda esto de que anden a palos los días pares mientras se besan los impares ora por unos apoyos en Madrid, ora por unos presupuestos en Gasteiz. A esto, en mi pueblo, le llaman paripé. Y de los gruesos.
A lo que íbamos. La última ocurrencia de Ares es hacer desaparecer cierta simbología de los buzos de los agentes vascos de la ley (pronto, ya no serán ni txarainas). A saber: la ikurriña y esa «E» de estrambote que unos llaman capitular y otros gótica deberán ser sustituidas por la «ikurriña reglamentaria». Me pregunto cuál es la que portaban hasta ahora, ¿la preconstitucional del kaiku y las campas de Foronda? También se comenta que pronto cambiarán las hojas de roble en los galones por otras de madroño. O de rábano. Lo siguiente será la txapela, que hace la mar de provinciano y cateto. Y, finalmente, calzarán la rojigualda en la pechera, que es lo que realmente les pide el cuerpo. No tardarán, que ya suena el río.
Comprenderán ustedes que a mí toda esta vaina me preocupa bastante poco. Tanto me da. Y no es que en la gestión de la Ertzaintza no haya problemas que afrontar; se juntan a manojos, como los puerros. Lo que ocurre es que esta gente acostumbra a coger el toro por el rabo, y así vienen luego las cornadas. Se entretienen con juegos florales, sandeces partidistas, mientras el país anda manga por hombro. Y dicen que cambiar las pegatas de los buzos va a costar 300.000 euros. Para eso (y para quitar las fotos, carteles y pancartas de las calles) sí hay dinero. Para potenciar el peso de la inversión pública y atender las crecientes necesidades de una población asediada por la crisis, para eso, la sobras. Qué asco.