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CRÓNICA I Violencia de género

La denuncia de Mari Puy Pérez se convirtió en juicio póstumo

El autor confeso de la muerte de María Puy Pérez fue juzgado ayer a raíz de una denuncia de maltratos que presentó la mujer. Fue, por tanto, un año después de que la matara. El fiscal reconoció que los hechos «fueron la crónica de una muerte anunciada».

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Aritz INTXUSTA I

El juicio arrancó una hora tarde porque hubo que esperar al juez, pero sobre todo arrancó tarde porque han pasado doce meses desde que el acusado matara a la denunciante y dos años desde que se produjeran los hechos juzgados. Según fuentes judiciales, además, curiosamente la fecha de la vista se fijó el mismo día que se celebró una manifestación por la muerte de María Puy Pérez a las puertas de la Audiencia de Iruñea. Finalmente, José María Morentin se enfrentó ayer a un delito por maltrato no habitual y a otro por amenazas por el brutal episodio de violencia de género del 27 de octubre de 2007.

Morentin lo negó todo. «No me comeré algo que no es mío», se defendió el acusado, para después asegurar que las lesiones de Pérez de aquel día se debían a que «se golpeó en la piscina cuando iba a nadar». El fis- cal reaccionó con estupor: «¿A nadar a finales de octubre?». El acusado dudó antes de asentir. Morentin, que ya ha sido sentenciado en dos ocasiones por maltrato, padece un trastorno mixto de la personalidad con rasgos «psicopáticos y paranoides». Según el perito que testificó en el caso, tiene «explosiones de violencia» cuando sufre estrés, lo que le encuadra en el «perfil clásico, no el único, de un maltratador».

El juicio se centró exclusivamente en los hechos del 27 de octubre, que podrían conllevar para el acusado un año por maltrato y otro por amenazas, que se sumarán a la eventual pena por asesinato. Para ese juicio, que será con jurado, aún no hay fecha. Según el relato del fiscal, el detonante fue una discusión que la pareja mantuvo por la mañana, ya que Morentin le acusaba de haberle sustraído 2.000 euros. El acusado cogió a la mujer por el cuello y el pelo, la arrastró por el pasillo hasta el baño para golpearla contra la mampara. Después la sentó en la cama y le obligó a declarar ante una grabadora su renuncia a reclamarle 77.000 euros que Pérez le había prestado. Sólo entonces se tranquilizó.

El fiscal, que reconstruyó los hechos a raíz de la denuncia y al testimonio del sobrino de la fallecida, señaló que, por la tarde, Morentin tomó una espada de la pared, se la puso en el cuello y le amenazó de muerte mientras ella se protegía el cuerpo con un cojín. El sobrino de Pérez corroboró la escena y añadió que su tía le dijo que, de no ser por el cojín, «la habría matado».

Su familia «le comía el coco»

Morentin aseguró que ese relato es «una barbaridad» y, según su testimonio, la discusión económica se zanjó cuando él le pidió que se fuera de la casa, pese a que le concedió «siete u ocho días» para que Pérez buscara un nuevo piso. Dijo que ella le había confesado que le había denunciado «por despecho», aconsejada por amigos y familiares «que le comían el coco». Morentin no ocultó sentirse traicionado, ya que la denuncia se interpuso mientras él se encontraba ingresado por su trastorno mental en la Unidad de Agudos del Hospital de Navarra.

La acusación particular intentó demostrar que Morentin acudía a la Unidad de Agudos después de sus episodios violentos para eludir responsabilidades. Al preguntárselo, el acusado se encolerizó: «Pero ¿qué tonterías pregunta usted?». Morentin fue reprendido y se negó a responder más ante el letrado.

La versión de Morentin choca frontalmente con la del sobrino, que acompañó a la fallecida hasta las dependencias de la Policía Foral para que interpusiera la denuncia, tras ver los moratones. Su tía le citó el 3 de noviembre «porque quería contarle algo» y le relató su último mes y medio sometida a Morentin, el cual «llegó a borrarle del móvil el teléfono de sus hijos». Después, decidieron volver a la vivienda para recoger la ropa. Según el relato, al no encontrar a Morentin, que había amenazado con suicidarse, le llamaron al teléfono, acudió enseguida y estuvo presente mientras ellos se llevaban las propiedades.

La defensa solicitó la libre absolución de Morentin y centró su estrategia en sembrar dudas sobre la veracidad del testimonio de Pérez, basándose en que la denuncia tardó nueve días en presentarse, en supuestas contradicciones en las declaraciones y en imprecisiones en el examen forense de los hematomas. Asimismo, buscó como atenuante el trastorno mental.

Fiscal y acusación particular esperaron hasta ayer para retirar la orden de alejamiento de Pérez, pedida a raíz de la denuncia. La medida se aplicó de forma preventiva, lo que permitió la detención del acusado cuando desapareció la mujer, ya que sabían que ambos habían reunido. Pese a ello, los policías no lograron que Morentin confesara. Tuvieron que pasar ocho meses de angustia para los familiares hasta que confesara a un policía foral que acabó con la mujer y enterró sus restos en Sesma.

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