Daniel C. BILBAO I Periodista y escritor
Las puertas
Me seduce mucho más la figura -se ajusta más a la verdad histórica- de la puerta que se abre desde dentro. Es decir, la fortaleza atacada ha sido históricamente la casa de los vascos
Una breve reflexión. En la introducción de la declaración que dio a conocer la izquierda abertzale recientemente, se dice: «hemos traído a Euskal Herria a las puertas del cambio político. 30 años después, las puertas del cambio están abiertas de par en par... el desafío es traspasar la puerta abierta tras décadas de lucha y llevar a cabo el cambio político».
En declaraciones anteriores ya hubo referencias del mismo tenor a la «puerta abierta» por la lucha del pueblo vasco a lo largo del conflicto. Me parece interesante hacer una precisión. ¿Son los vascos los que abrieron las puertas de la fortaleza española tras largos años de lucha? Esto podría implicar al menos dos cosas importantes: que el pueblo vasco era el «agresor», era quien estaba a la ofensiva, y que el concepto que debería manejarse ahora, a partir de la idea de la «puerta abierta» por la tozudez heroica de los vascos, es el de la «irrupción» en terreno enemigo, con lo que ello pudiera suponer políticamente.
Me seduce mucho más la figura -se ajusta más a la verdad histórica- de la puerta que se abre desde dentro. Es decir, la fortaleza atacada ha sido históricamente la casa de los vascos. El agresor ha sido el Estado español que, durante siglos y de todas las maneras, con constituciones-trampa, con guerras impuestas, con dictaduras fascistas, con terrorismo de estado, ha agredido a los vascos para tratar de derrotarlos y asimilarlos. No ha podido, la fortaleza euskérica ha resistido.
La plutocracia española ha gastado todas sus municiones. Bombardeó Hego Euskal Herria durante una guerra, impuso el terror durante el franquismo, lanzó a los GAL del PSOE durante la «transición», implementó de manera sistemática la tortura para minar la resistencia, llenó las cárceles más que Franco de militantes independentistas... Golpeó y golpeó sobre la puerta de la fortaleza, que resistió a pesar de timoratos y cipayos, sin derrumbarse, cargada sobre los hombros de una militancia emocionante. Ahora, cuando todo el poder de fuego español se demuestra impotente para impedir que se sepan las razones de los vascos, la izquierda abertzale plantea su desafío. Abre las puertas de su fortaleza, abre las puertas de la Euskal Herria invicta y les dice: «Ya han visto, no pudieron. Acá está nuestra propuesta y nuestro compromiso. Que lo sepan los estados ocupantes y todo el mundo».
Por la puerta abierta de la fortaleza vasca comienza a salir el pueblo. La oferta de la izquierda abertzale es la de quienes se sienten capaces de liderar un proyecto para darle al proceso de solución un marco democrático y pacífico. En mayo de este año, Arnaldo Otegi anunciaba: «en otoño comenzaremos a construir ese bloque, probablemente con muchas contradicciones, no con satisfacción de todas las partes, muy despacio, pero responde a una necesidad política». Hay objeciones que se le hacen a la propuesta, referida a retrocesos y reformismo, pero también es cierto que es una iniciativa movilizadora a la cual se la puede dotar de un respaldo obrero y popular capaz de convertirse en eje del nuevo proceso liberador.
Desde este punto de vista, la puerta abierta es un riesgo y una oportunidad. Los independentistas, los que no quieren que la identidad vasca se disuelva «como un azucarillo» en un estado amorfo y opresor, los que quieren mantener la lengua como la razón de ser, los que aspiren a un estado propio, soberano y socialista, deberán sumarse y formar un solo puño. Los miembros de la clase obrera vasca, ya sea que se sientan españoles o vascos de distintas banderías, tienen la oportunidad de encolumnarse en una propuesta de liberación nacional y social, que no existe con los españolistas del PP o del PSOE, partidos patronales, neoliberales y antiobreros.
Asimismo, es una grave responsabilidad para la izquierda abertzale, que deberá pilotear una situación compleja, donde el pueblo vasco tiene muchas cosas en juego y los tiempos se acortan rápidamente. Parafraseando aquella vieja poesía de Bernat de Etxepare, podemos decir «Euskara, plazara...». A hacerse oír, a reclamar de manera organizada, militante y unitaria. Se abrió la puerta de una fortaleza invicta hacia la independencia y el socialismo.