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Gorka ANDRAKA I Periodista

El arrantzale pata palo

 

Un pueblo la mar de feliz. Tras 47 días de secuestro sus marineros regresan por fin a casa. «Si los habitantes tuviesen fuegos artificiales a su disposición, los habrían tirado durante toda la noche», reconoce Hisri Ahmed, un salteador de travesías somalí que ha seguido la última aventura de sus compañeros desde tierra firme. Haradhere, la pequeña localidad costera de la que provienen buena parte de los captores del Alakrana, ha estallado de alegría con la liberación del atunero vasco.

«Los chicos hicieron un buen trabajo embolsándose cuatro millones de dólares por el navío. Los españoles forman parte de las naciones que han robado más recursos marinos a los somalíes», señala Ahmed Cheij Mohamud, un vecino de 65 años. La mitad del pescado que consumimos hoy en Europa ha sido apresada de manera ilegal en los países empobrecidos. Sólo en Somalia, donde 800 barcos pesqueros ilegales saquean a diario sus aguas, el marisco y los peces de contrabando generan 450 millones de dólares al año. Una gran faena. Un golpe de mar perfecto.

Nací y me crié en un puerto chiquito. Los nombres de sus barcos y arrantzales, todos ya jubilados, aún resuenan en mi memoria como gigantes, héroes invisibles de un mundo ahora extinguido. La mar ahí sigue. Y coloca por suerte a cada cual en su sitio. Muchos arrantzales, sí, nuestros pescadores, esquilman y rapiñan los mares del sur sin escrúpulos ni medida. Son piratas, y de los malos. En lugar de homenajearlos, más no valdría combatirlos, detenerlos.

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