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José Luis Orella Unzué catedrático senior de Universidad

Identidad nacional vasca: el ejemplo francés

Estamos en un momento histórico crucial en el que tocamos con los dedos la existencia de una civilización única para toda la humanidad, que acogerá la yuxtaposición de sistemas políticos, religiones, culturas y tradiciones. La nueva civilización única que se avecina no es mejor que la pluralidad de las anteriores, porque no ha sabido superar las diferencias entre países ricos y pobres, la desigualdad de las clases sociales ni la ausencia de justicia social. Más aún, en esta nueva civilización única toda violencia no estatal es considerada terrorismo. Sin embargo, en esta única civilización el referente de la identidad será arrebatada a los estados, pero no tendrá más remedio que reconocer aquellos elementos que no se pueden nivelar ni suprimir, como la diversidad de lenguas, religiones, culturas y valores cuyos depositarios son los pueblos.

En estas circunstancias, Nicolas Sarkozy acaba de lanzar un gran debate nacional sobre la identidad francesa. La pregunta clave es: ¿Para usted, en qué consiste ser francés? El objetivo es descubrir lo intrínsecamente galo en un país con un 13% de inmigrantes. Ya otros se habían preguntado por la identidad francesa. El historiador Ernest Renan reflexionaba sobre la identidad nacional después de la derrota de Francia en la guerra franco-prusiana de 1871, y definió a la nación como un alma conformada de dos partes. Una parte, la rica herencia de los recuerdos, está arraigada en el pasado, mientras que la otra, que se relaciona con el presente y la búsqueda del camino hacia el futuro, consiste en la voluntad común de los ciudadanos de construir juntos su vida pública. La nación, seguía Renan, es el plebiscito de todos los días. Por eso necesitamos reflexionar y debatir para llegar a una concepción común de lo que debe ser la nación. Por esto dio prioridad a esta voluntad de una vida en común frente a cualquier definición étnica y puso a la idea francesa de nación en contraste directo con la noción casi racial de pueblo (Volk) de la tradición alemana.

Con Victor Hugo, la nación se puede definir como una pirámide en la que la fraternidad es base y progreso, cúspide o meta; no se pueden debilitar los valores y las instituciones que permiten operar la alquimia entre nuestras acciones individuales y nuestro destino colectivo como son la familia, la escuela, el trabajo, la cultura, el movimiento asociativo sindical o político que cohesionan la colectividad nacional. La historia de la nación francesa es tortuosa y está llena de guerras intestinas y de religión para hacer entrar en razón a los hugonotes, a los ilustrados y a los descreídos.

Volviendo al día de hoy, se ha comprometido a llevar adelante esta encuesta el ministro de Inmigración e Identidad nacional, Eric Besson. Este ministro ha invitado a responder a dicha encuesta a las fuerzas vivas del país, a los miembros de asociaciones ciudadanas y patrióticas, a representantes de los sindicatos y de la patronal y a profesores y padres de alumnos de toda Francia. Más aún, ha habilitado una página de Internet para que todo el que quiera con nombre real o seudónimo responda a la pregunta crucial y aporte sugerencias encaminadas a afirmar la identidad nacional. Además, anunciaba que el próximo 4 de diciembre habrá un debate solemne donde el presidente de la república dará su opinión sobre el asunto. La recogida de ideas durará hasta el 31 de enero y en febrero dará el ministro una síntesis de las respuestas y de las propuestas. Y recogiendo palabras del propio presidente francés afirmaba que no tenemos intención de dejar en manos de partidos ajenos a Francia, el monopolio de la identidad nacional. Y como resultado de esta moción ciudadana de identidad se pretende llegar a un contrato de integración de los inmigrantes.

Para Benson, la identidad nacional es un concepto espiritual basado en una historia y un conjunto de valores comunes. Algunos de estos valores están arraigados en una especie de cristianismo secular y otros en las creencias revolucionarias de la Ilustración sobre los derechos humanos, la igualdad, el idioma francés, la educación laica y la idea de que el Estado es responsable del interés común y de la aplicación de los principios republicanos. Esta visión de la identidad nacional trasciende los tópicos de raza, color, origen y religión. Y prosigue el ministro afirmando que aquellos lazos de cohesión social de los que hablaba Víctor Hugo sobre los que descansa el equilibrio de nuestro modelo social son hoy día objeto de una profunda reflexión en la que se pregunta sobre los cambios que producen y sobre los efectos que inciden en nuestra economía y en la evolución de nuestras estructuras sociales.

Por otra parte, prosigue el ministro, el problema del vínculo entre la identidad nacional y el pluralismo cultural está surgiendo ahora de manera casi igual en Inglaterra, Holanda y Dinamarca, países que a diferencia de Francia, adoptaron hace mucho una política de multiculturalismo. En EEUU, un país con una inmigración enorme, las comunidades pueden construir una fuerte identidad cultural y un patriotismo profundamente arraigado. Y aunque Francia también se ha construido con oleadas sucesivas de inmigrantes, la integración francesa no se basa en la asimilación, sino en un deseo de homogeneidad, la nación unificada, como única e indivisible. El debate nos va a permitir intentar definir lo que retenemos de nuestro pasado, porque somos herederos de un patrimonio rico, nuestros valores de hoy -libertad, igualdad y fraternidad-, pero también igualdad hombre-mujer, laicidad y el futuro común, explica el ministro de Inmigración Eric Besson.

El 5 de noviembre aceptaba el reto Xavier Darcos, ministro francés de trabajo y afirmaba que la nación no es una entidad abstracta, distante y fría, guardiana imperiosa del tiempo pasado y de nuestras tradiciones. Sino que es una identidad colectiva que trasciende la persona y en la que cada uno de los franceses es una encarnación singular y un espejo que refleja la escena de todo el cuadro. Según el ministro Darcos hay una coincidencia entre identidad nacional e identidad individual, porque la identidad nacional es también la nuestra si se tiene la libertad y la responsabilidad de definir lo que ella debe ser. No es ninguna paradoja el reclamar a la vez la toma en consideración de las corporaciones actuales y de los valores universales forjados en la ilustración.

En este momento de crisis tan profunda el mayor peligro estriba en que cada uno se contente con su sueldo y su pensión mensual. En los barrios y aun en las familias existe la tentación de que no se puede uno fiar más que de los propios recursos. Nada sería tan trágico como el dejar crecer el abismo que separa nuestros ideales lo mismo que los discursos políticos de las dificultades cotidianas.

Los partidos políticos franceses creen que es necesaria esta puesta en común. Así, Segolène Royal ha pedido a sus compañeros del PS que no se hurten al debate y que den su opinión. Además, el 60% de los franceses aprueba el debate según «Le parisien». El diputado de UMP Christian Vaneste afirma que la identidad nacional no es un debate nauseabundo sino una evidencia que se acepta o se rechaza. Francia tiene una identidad fuerte marcada por la geografía y por dos realidades: una cultura propia apoyada en una lengua y una historia que se confunde con la aventura común de una nación con conciencia de sí misma y la voluntad de irradiar su mensaje más allá de su entorno.

Y prosigue el diputado afirmando que la emigración no puede ser considerada como una amenaza a la identidad. El mestizaje cultural no destruye los caracteres propios de nuestra nación. En la medida que uno es consciente de su identidad, de las riquezas de su cultura y del carácter histórico de su nación, podrá dialogar con los recién llegados, interesándose y participando con interés de las otras culturas e historias. Así cada emigrante se convierte en un instrumento enriquecedor de la cultura e historia nacionales y por estas razones la identidad tiene conciencia de su evolución. Por lo tanto necesitamos de intelectuales, políticos y docentes que tengan confianza en el destino de la nación que conducen y representan.

Por su parte, Eric Besson afirma que la nación francesa se ha ido amasando a través de los siglos, por la acogida e integración de personas de origen extranjero. Por lo tanto, este debate promovido sobre la identidad nacional ayudará a valorar la aportación de la emigración a la misma identidad nacional y enseñará las formas de hacer participar de los valores de la identidad nacional a los que vengan y se asienten en el territorio nacional. Habrá que ayudar a que los emigrantes que se asienten en el territorio adquieran un mayor nivel en la práctica de la lengua francesa y en el conocimiento de los valores de la República. A través de la responsabilidad ciudadana de voluntarios se introducirá e integrará a los adultos extranjeros en este proceso y a los jóvenes escolarizados se les familiarizará con los valores de la República. Para este fin se deberán instaurar ceremonias escalonadas en la concesión de la nacionalidad francesa ya sea por naturaleza, ya por el acceso automático a la mayoría de edad, o ya finalmente creando una vía de acceso que premie a aquellas personas que hayan realizado esfuerzos excepcionales de integración.

Francia ha marcado la forma de asentar su identidad en una próxima civilización única. Y nos han señalado el camino a otros pueblos.

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