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SEGUNDA B Escarnio en Mendizorrotza

Volvió a suceder lo inexplicable

Después de haber ido venciendo por 1-0 y con superioridad numérica en el campo, el Alavés cayó en la trampa del conjunto burgalés; acabó derrotado y con siete jugadores sobre el terreno. El árbitro colaboró con la causa al mostrar 18 tarjetas y expulsar a 5 jugadores.

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ALAVES 1

MIRANDES 2

Koldo AKORDARREMENTERIA

Criterio de elección. Este concepto, que tan sencillo parece, y que a veces tan complicado es de llevar a cabo, fue el encargado de hundir a un Alavés que tuvo el partido ganado y que dejó escapar por culpa de su debilidad mental.

El conjunto babazorro fue amo y señor de Mendizorrotza en los primeros 25 minutos. El balón no dejó de ser albiazul en ningún instante, y un activo Óscar Rico conectaba a la perfección con Igor Martínez, para crear las primeras opciones del conjunto de Pereira.

Sin embargo, el oficio del técnico visitante hizo que la situación revirtiera en pocos minutos. Con la clara idea de que técnicamente poco tenía que hacer la recién ascendida plantilla burgalesa, Bañuelos optó por enmarronar el partido. Pararlo, y basar todo su ataque en las jugadas a balón parado. La estrategia no salió mal, ya que aparte de apagar los chispazos ofensivos alavesistas, lograron crear las mejores opciones de esta primera parte, con un cabezazo de Rodellar al larguero y un disparo franco que erró Randy.

El Alavés necesitaba una acción positiva para encauzar el triunfo. Y de sopetón le llegaron dos. Primero un penalti a favor. Óscar Rico provocó con ingenio la mano de Raúl García dentro del área, y Geni se encargó de mandar la bola a las redes. Pero no quedó ahí, ya que acto seguido el Mirandés se quedó con diez jugadores, tras la expulsión de Iván Agustín, uno de los pilares del conjunto de Bañuelos.

El viento soplaba a favor en Mendi, aunque quizá demasiado sureño. Y es que conocidas las propiedades algo alocadoras del recurrido «hegohaize», el Alavés entró en un bucle psicótico que le denegó cualquier iniciativa. Era el momento de jugar con criterio. Elegir la mejor opción táctica, pero también la actitudinal. Y no se acertó. Por un lado, Pereira no supo reaccionar cuando Bañuelos decidió dotar de más mordiente ofensiva a su equipo. Y por otro, los jugadores alavesistas entraron al trapo de todas las provocaciones que realizaban los mirandeses con el claro objetivo de volver a estancar el curso del duelo. El resultado fue espeluznante, sangrante y bochornoso.

Pérdida de control total

En otra acción sin aparente peligro, Haritz Mujika se plantó delante de Montero, y con un disparo cruzado subió la igualada al luminoso. El escarnio no había acabado y siete minutos más tarde, Tato se tiró en el área local, y el árbitro decidió pitar penalti. Pablo transformó el disparo, y el ambiente se enrareció demasiado.

Los babazorros perdieron la paciencia, y el árbitro se encargaba de alejarlos aún más el norte. En pocos minutos hubo tarjetas rojas para Vicente, Óscar Rico, Romerito e Igor Cuesta, a quien amonestó en el minuto 92. No hubo mucho más. Bañuelos ofreció un manual de cómo hacer desesperar a un conjunto superior y el Alavés, con su locura transitoria, se encargó de hacer el resto.

Javi Pereira asumió todo lo sucedido: «Es mi culpa. No sé lo que ha pasado, no sé explicarlo. Hemos perdido el control, los papeles y la razón. Yo vine con serenidad, y no para esto», concluyó con gesto compungido.

 

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