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Maiorga Ramirez Portavoz de Eusko Alkartasuna

El cambio en Euskadi

Contamos con un pueblo vital y con el apoyo mayoritario de la sociedad vasca. Una sociedad, no obstante, cansada de intentos infructuosos. Es hora de que analicemos el sendero de luces y sombras que es la historia de Euskal Herria, y tomemos decisiones

Pretende hacer creer el nuevo Gobierno Vasco que su actuación política e institucional está alejada de cualquier intención identitaria. Pero no lo consigue. Y no sólo porque el pacto de hierro con el Partido Popular impregna todas sus iniciativas, sino por sus propias acciones y omisiones, y esa actitud revanchista y despreciativa hacia la sensibilidad política mayoritaria de este país, que evidencia una visión netamente españolista y una voluntad claramente españolizadora de la sociedad vasca.

A nadie escapa que el objetivo estratégico del mal llamado cambio en Euskadi es emprender una contrarreforma ideológica para deslegitimar las reivindicaciones democráticas vascas y desactivarlas políticamente. La muestra es que, desde que llegó a Ajuria Enea, el PSE se ha dedicado a modificar la orientación de áreas tan sensibles como Política Lingüística, Educación o EiTB. Y no precisamente para fomentar el pluralismo, sino todo lo contrario.

Bajo la tesis de acabar con «el adoctrinamiento nacionalista» (vasco), el Gabinete de López ha arremetido contra el currículum educativo, ha invertido el objetivo central de toda política lingüística, corregir la diglosia; ha expulsado a tertulianos incómodos de ETB y Radio Euskadi, y ha cesado a profesionales del medio porque su criterio no se ajusta a la nueva línea editorial. No sorprende que la audiencia caiga en picado, síntoma de la desconexión y desafección de la sociedad ante tan estrecha visión del país.

Alega Celaá que quiere terminar con el «sectarismo», para justificar, por ejemplo, sus cambios en la terminología y la asignatura de Historia (ahora de España). Una afirmación que, además de ofensiva para quienes anteriormente han ejercido su misma responsabilidad en su Departamento, resulta muy reveladora del grado de coincidencia que existe entre PSOE y PP al plantear que hay una ortodoxia respecto a la realidad de este país que debe imperar e imponerse por encima de la sensibilidad política mayoritaria de sus habitantes, del reconocimiento de nuestro hecho nacional y de la propia pluralidad política. ¿Acaso pretende dar a entender que lo suyo no es adoctrinar? ¡Y de qué manera!

Más que nunca, la acción institucional en la Comunicad Autónoma Vasca está dirigida a un objetivo nacionalista: diluir la personalidad política y cultural de Euskadi en el proyecto identitario español. Ése es el cambio que prometían PSE y PP. Ni una sola de las medidas impulsadas por el Gobierno de Patxi López -mucho menos las recogidas en su pacto con el PP- están orientadas a reforzar los valores de progreso, la convivencia, el respeto a la pluralidad y la justicia social que, según su partido durante la campaña, constituyen las verdaderas preocupaciones de la ciudadanía. ¿O pretenden que consideremos como tales el cambio en los mapas y la reducción de los recursos públicos destinados a la euskaldunización?

Me pregunto dónde está el vasquismo del que destacables miembros del PSE hacen bandera cuando conviene.

Diría que sepultado, como en Nafarroa, bajo la razón de Estado, y las complicidades estructurales con la derecha. En realidad, hace mucho tiempo que en cuanto a Euskal Herria el PSOE se dedica a facilitar la labor a las tesis más rancias de UPN, PP y sus poderes fácticos.

Una sumisión ideológica cuyo peaje paga el conjunto de la sociedad que comprueba patidifusa treinta años después que aquella transición amañada ha supuesto, además de la impunidad para los responsables del alzamiento militar y la dictadura, la renuncia de facto a una memoria histórica digna. Que una ley aprobada tres décadas después no invalide ni los juicios sumarísimos del franquismo ni garantice los instrumentos legales para abrir fosas y recuperar a los muertos enterrados en las cunetas es vergonzoso.

Euskadi y Catalunya, las naciones más vigorosas del Estado, constatan que la comprensión que les llevó a moderar sus reivindicaciones nacionales en aquellas difíciles circunstancias no es correspondida hoy por el PSOE con un compromiso serio para resolver esas aspiraciones con voluntad democrática. Las reticencias a reformar el marco jurídico y político de Euskal Herria y los recortes drásticos impuestos a posteriori al Estatut surgido del Parlament son la muestra palpable de ese viraje ideológico a la derecha del Partido Socialista.

Un PSOE que ha pasado de defender el derecho de autodeterminación y la ikurriña en Nafarroa a considerarla ilegal y a criticar su presencia en los ayuntamientos; cuyo Gobierno recurrió ante el Tribunal Constitucional una Ley de Consulta Popular en la Comunidad Autónoma Vasca no sólo legítima, sino muy conveniente para la convivencia y la solución del conflicto.

El PSOE está marcando con claridad el límite al desarrollo del que llama Estado de las Autonomías. Ha renunciado incluso al federalismo y ha asumido como propias todas las cesiones políticas y constitucionales que en aquellos momentos de violencia latente se hicieron a la derecha posfranquista.

Así, y mientras la brunete político-mediática española califica de «radical» cualquier intento emancipatorio vasco por las vías políticas y democráticas, la prensa más afín aplaude la presencia del lehendakari en el desfile militar del 12 de octubre, cuyo siniestro protagonista es un ejército al que en el artículo 8 de la Constitución se le otorga la obligación de garantizar la unidad territorial del Estado, y un Jefe de Estado, el Rey español, que firmó los Principios del Movimiento Nacional.

Poco podemos esperar de esa España chillona y sofocante, tan repleta de espacios de impunidad (lo dice Amnistía Internacional) como falta de cultura democrática. Es responsabilidad de los abertzales reaccionar. Contamos con un pueblo vital y con el apoyo mayoritario de la sociedad vasca. Una sociedad, no obstante, cansada de intentos infructuosos. Es hora de que analicemos el sendero de luces y sombras que es la historia de Euskal Herria, y tomemos decisiones. Es momento de generar ese escenario definitivo para que este pueblo, que aspira con la misma fuerza a la paz y a la libertad, haga llegar su voz y su voluntad al resto del mundo.

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