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Redada contra la disidencia política

La redada policial dirigida en la madrugada de ayer por el juez de la Audiencia Nacional Grande Marlaska, coordinada por la cúpula policial y ejecutada por más de 650 policías, dejó en Hego Euskal Herria un reguero de arrestos de jóvenes vascos cuyo único delito es «ejercer presuntamente funciones de responsabilidad en Segi», según las explicaciones del Ministerio del Interior. Como extraído de algún manual con las hojas desgastadas por el uso, el discurso oficial continuaba felicitándose por «el descabezamiento» de la organización juvenil y, una vez más, por el golpe contra «la cantera de ETA».

Las consignas son las mismas, el método nocturno y mediático, idéntico. Sólo cambia el ropaje jurídico, cada vez más ligero, más plegado a las exigencias del guión diseñado por Interior. Ya no es imprescindible que a los arrestados se les atribuya una acción delictiva concreta, datada en un tiempo y lugar concretos, basta simplemente con relacionar al detenido con la hipotética militancia en una organización política que previamente se han encargado de ilegalizar. Hace tiempo que el Estado ha decidido perseguir sin tregua la disidencia política, criminalizar el independentismo y allanar ese camino de cualquier traba judicial que lo frene o entretenga. Ese es el manual, y tras cada redada repiten hasta la saciedad sus consignas con la esperanza de que, dicha mil veces, la mentira termine por parecer verdad.

En Euskal Herria, esa estrategia no funciona. Y desde la esfera internacional también se cuestionan elementos de una política impermeable a los derechos humanos. «La militancia o la dirigencia de un partido político, legal o ilegal, son conductas legítimas y manifestaciones indiscutibles de la libertad de expresión y opinión, así como del derecho de asociación», aseguraba hace poco el Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de la ONU. Con las detenciones de ayer esa lista de injusticias crece. Pero lo más grave es que se pretende, además, condenar a otra generación de vascos a esa opresión estructural. Juegan así con el futuro de todo un pueblo.

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