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Belén Martínez analista social

Condena esclerosada

El discurso político del ministro de Interior y los autos de la Audiencia Nacional revelan una secreta e íntima conexión. Por mucho que intenten disimularlo, todo resulta extremadamente simple y transparente. Todo menos las tesis. Los macrosumarios se han convertido en formas instituidas con una fuerte carga inquisitorial.

El juez Grande-Marlaska sentencia: Segi es una «academia de terrorismo». Algo tenía que ocurrírsele al magistrado para que la operación jurídico-político-mediática de la pasada semana no pareciera el aguinaldo anticipado de una efervescencia prenavideña.

Estamos ante otro hito inscrito en la providencial unidimensionalidad del sentido de la Historia de la que hacen gala nuestros gobernantes. De hecho, las razones y la oportunidad de la redada que se ha saldado con 35 detenciones y 31 encarcelamientos guardan relación con una iniciativa que está teniendo lugar en Euskal Herria, en la que los compromisos que se adquieran son profundos e irreversibles. Por eso la revancha resulta más injusta y ofensiva.

El mito de «todo es ETA» deviene ideología de propaganda para la restricción y conculcación de derechos civiles y políticos. La Justicia ha abandonado la aspiración universal para abrazar un relativismo intelectual que da escalofríos. Reducir la existencia de movimientos como Jarrai, Haika y Segi a su ínfimo denominador común puede ser eficaz a corto plazo, si se trata de privilegiar las vías represivas. Pero el lazo social existe. Grande-Marlaska debería anexar a la condena aquel aforismo horaciano que rezaba: «Multa renascentur quae iam cecidere» (Pueden renacer cosas que se creían muertas).

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