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Raimundo Fitero

Despacito

Corren listas sobre las diez mejores series de la década y se puede coincidir de manera casi absoluta con alguna de ellas. Recordando a algunas de las que se mencionan, «Los Soprano», El ala oeste», «Sexo en Nueva York», «Perdidos», entre otras, ver «La señora» en TVE o «El Internado» en Antena 3, nos proporciona una posibilidad comparativa que nos coloca ante la disyuntiva de empezar a valorar las producciones españolas con los ojos del mercado global. Si hacemos caso a otros estudios sobre el consumo televisivo mundial, donde se asegura que en lugares como Kuwait se ven de media trescientos minutos diarios, que en casi todos los puntos cardinales se prefiere la ficción a otras ofertas y que hay una tendencia a consumir más las series de producción propia que las foráneas, se entenderá que la programación deba buscar la convivencia de lo más cercano, y a ser posible más barato, con las series que pueden ser referencias universales, pero que exigen otra relación contractual.

Siguiendo con las dos series que compiten minuto a minuto en la noche de los lunes, nos encontramos ante dos maneras muy clásicas de las producciones actuales. Por un lado una suerte de ritualización, de puesta en escena latente, en donde los personajes hablan despacito, es decir, como si intentarán colocarse en ese tempo interpretativo muy norteamericano, con frases que se encadenan a base de silencios largos, que es la tarjeta de visita de «La señora», en donde la cuidada música ambiental, el decorado, el vestuario y la luz forman una excelente plataforma a un guión alambicado, con aires de gran obra, pero que pasa por muchos bajones.

«El Internado» tiene otras claves, introduce el terror sicológico, el misterio, los diálogos son más chispeantes, la prosodia más dinámica, se mueve en varios planos narrativos y procura sensaciones de aparente mayor imaginación, con algunas disfunciones como si el realismo fantástico que busca se atascara en una suerte de agotamiento plástico y en un cruce de lenguajes dispersos, aunque en ocasiones también se haga despacito, susurrando, lo que la acerca al tópico. En ambos casos parecen productos televisivos de consumo interno.

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