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Análisis | Panorama postelectoral en Bolivia

Los grandes retos tras la victoria del MAS en Bolivia

Los aciertos propios del MAS, unidos a astutas maniobras aliancistas y conjugados con la torpeza de la derecha, conforman la ecuación de una contundente victoria El reto estructural en términos de modelo de desarrollo en Bolivia es la superación de la «matriz rentista» y el impulso de una dinámica de industrialización

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Luismi UHARTE Sociólogo

A lo largo de estas líneas, el autor identifica cuáles han sido los factores que han propiciado la amplia victoria del MAS en las elecciones bolivianas pero, sobre todo, centra su atención en descifrar los grandes retos a los que se enfrentará el gobierno de Evo Morales.

La estancia en Bolivia durante las últimas semanas de la recta final de la campaña electoral y el mismo día de las elecciones, nos ha permitido un primer acercamiento al proceso de cambio que actualmente se vive en el país y el privilegio de poder compartir, con actores políticos e intelectuales relevantes, reflexiones fundamentales para comprender con mayor precisión las variables centrales de la actual coyuntura e identificar los grandes retos que el gobierno reelecto de Evo Morales tiene por delante en los próximos cinco años (2010-2014).

Victoria «contundente». La contundencia de la victoria es incontestable y, además, anunciada, ya que las encuestas más conservadoras le otorgaban al binomio Morales-García Linera un porcentaje cercano al 55%, y era de esperar que estuviese bastante por encima de estas cifras, como ocurrió en el revocatorio y en la aprobación de la Constitución Política del Estado.

La superación de la barrera del 60% de los votos demuestra una fortaleza mayor que la de otras victorias más ajustadas en la región, como la reciente del Frente Amplio en Uruguay (52%), pero no implica per se una tendencia sólida en el tiempo. De hecho, el actual 63% de los sufragios es similar al conseguido por Chávez en Venezuela en las presidenciales de 2006, con la diferencia de que allí la derecha iba unida y en Bolivia se presentaba fragmentada. El jefe del Ejecutivo venezolano, un año después de su contundente victoria perdió el referéndum para la reforma constitucional, lo cual debe servir al Gobierno boliviano para no despistarse en el rumbo del proceso de cambio y, menos aún, para no caer en triunfalismos que posteriormente se pueden pagar muy caros.

Algunas claves de la victoria. La información recogida en las diversas entrevistas que hemos realizado ha sido trascendental para identificar algunas de las claves fundamentales que explican la arrolladora victoria de Evo Morales y el Movimiento Al Socialismo (MAS). Los aciertos propios, unidos a astutas maniobras aliancistas y conjugados con la torpeza de la derecha tradicional, conforman la ecuación de una victoria contundente.

Éxitos socioeconómicos. Ningún analista serio puede negar los notables éxitos que en materia social y económica ha logrado el Gobierno boliviano en su primer período de gestión. La combinación de los bonos (Juancito Pinto, Dignidad, Juana Azurduy) con fuertes inversiones en infraestructura educativa y sanitaria, han reimpulsado la política social en clave de derecho. Además, el invalorable apoyo venezolano a través del programa «Evo Cumple» ha fortalecido el carácter «social» del Ejecutivo. Paralelamente, la estabilidad macroeconómica unida a la recuperación de los recursos estratégicos de la nación (gas, hierro...) han proyectado un escenario económico envidiable, incluso en el actual contexto de crisis internacional. Esta situación es relativamente equiparable a la «luna de miel chavista» que se vivió en Venezuela con el surgimiento de las misiones (2003-2006). La consecuencia inmediata ha sido el fortalecimiento del apoyo político y electoral de los sectores populares.

La seducción de la «clase media». La maniobra posiblemente más astuta y efectiva del MAS en esta contienda electoral ha sido la «seducción de la clase media». Rafael Puente, ex viceministro de Gobierno, ex prefecto de Cochabamba y uno de los intelectuales más lúcidos del país, nos confesó que la selección de los candidatos para la Cámara de Diputados y para el Senado ha privilegiado, en contraposición al año 2005, a figuras de corte de clase media, es decir, sectores urbanos medios profesionales. El objetivo fundamental ha sido atraer el tradicionalmente «reacio» voto de los estratos medios y nadie puede negar que el éxito ha resultado notable. El aumento sustancial del voto en las principales urbes del país es la expresión más evidente de esto.

En esta ocasión, el proyecto de «revolución cultural y democrática» del MAS ha conseguido neutralizar en gran medida el voto «más emocional que racional» de la clase media contra los proyectos de cambio más avanzados en América Latina. Siendo conscientes de la permeabilidad de los estratos medios al discurso demagógico de los mass media contra los gobiernos de cambio en la región, el esfuerzo de incorporación del perfil del ciudadano urbano, blancoide y de clase media, ha sido una jugada magistral del Movimiento Al Socialismo.

Un ejemplo gráfico de esto lo pudimos observar en directo el domingo 6 de diciembre, cuando el vicepresidente García Linera emitía su voto en un barrio de clase media en La Paz y suscitaba el espontáneo júbilo de una parte sustancial de los presentes en el colegio electoral. Algo inimaginable en Caracas, donde los ministros que ejercen su derecho al sufragio en los territorios hegemónicos de la clase media sufren constantes agresiones verbales e incluso físicas.

La desactivación del conflicto regional. Otra de las maniobras más inteligentes del partido de gobierno, con un impacto electoral indudable, ha sido la desactivación del durante mucho tiempo su problema principal: el «conflicto regional». Intelectuales del Departamento de Santa Cruz -bastión de la oposición derechista más reaccionaria y racista- nos manifestaron que el MAS cometió un grave error cuando permitió que las élites regionales monopolizaran la reivindicación autonomista, demanda histórica y mayoritaria en un país tradicionalmente ultra-centralista. Esto posibilitó el atrincheramiento oligárquico contra un gobierno popular bajo la falsa bandera de la autonomía y la descentralización.

La asunción, tardía pero necesaria, por parte del MAS de la reivindicación autonomista y el impulso presidencial a la celebración de los referendos autonómicos este 6 de diciembre, desactivó el «conflicto regional» y arrebató a las élites su principal argumento de confrontación. El histórico aumento del voto en Santa Cruz, Beni y Pando, y la victoria en Tarija y Chuquisaca, son producto directo de esto.

Sin embargo, la apuesta por ampliar, a veces de manera indiscriminada, las bases del MAS, ha traído como consecuencia acciones que generan importantes dudas en lo relativo a dónde se fijan los límites de la «ética política». La cooptación de sectores de la otrora Unión Juvenil Cruceñista, que fungieron como tropas de asalto -enarbolando en algún caso símbolos nazis como la esvástica- y golpearon salvajemente a indígenas, ha propiciado profundo malestar en los sectores populares. Edwin Grimaldo y Eduardo Loayza, líderes comunales del barrio más popular de Santa Cruz denominado «Plan 3000», nos manifestaban con cierta frustración cómo miembros del citado grupo protofascista participaban ahora de las actividades de campaña del MAS. Esto, sin duda, plantea una reflexión de hondo calado en la política de expansión del denominado IPSP (Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos).

Grandes retos. La contundente victoria tanto presidencial como en el ámbito legislativo permite al MAS abordar con más sosiego el próximo período de gobierno, pero a su vez le interpelan ante los grandes retos del futuro, entre los que destacarían: la industrialización, la gestión eficiente, la superación de la matriz rentista y la integración latinoamericana.

Gestión eficiente. Tanto Rafael Puente como Roger Cortez -destacado intelectual paceño- coinciden en evaluar el primer período de gobierno como profundamente ineficiente en términos de gestión de la administración pública. Como agudamente señala Cortez, la sustitución masiva de viejos burócratas por una masa de militantes populares voluntariosos pero inexpertos ha provocado una ejecución presupuestaria muy baja y en consecuencia una deficiente gestión estatal. Por tanto, el próximo quinquenio será clave desde el punto de vista del funcionamiento eficaz del sector público. A su vez, la corrupción como mal endémico de la práctica política del país, será otro de los grandes enemigos a enfrentar. El fenómeno de la «boliburguesía» en Venezuela vinculada al manejo fraudulento del dinero público, puede servir como señal de alerta para que en Bolivia se neutralicen tendencias de este tipo.

Superación de la matriz rentista: la utopía industrializadora. El reto estructural en términos de modelo de desarrollo en Bolivia, al igual que en muchos de sus países vecinos, es la superación de la secular «matriz rentista» y el impulso de una dinámica de industrialización.

La vieja utopía de industrialización de las materias primas vuelve a renacer en la retórica presidencial y en el programa masista y gubernamental. El discurso de cierre en El Alto fue un exponente claro de las intenciones desarrollistas de Evo Morales.

Sin embargo, según Roger Cortez, el proyecto de industrialización es todavía más retórico que real, cuando nos recuerda que aproximadamente el 80% de la riqueza proviene de la extracción de recursos naturales, a pesar de que apenas ocupa alrededor de un 20% de trabajadores. Por otro lado, uno de los grandes desafíos del Gobierno boliviano será la búsqueda de un equilibrio entre su programa «desarrollista-industrialista» y el discurso «indigenista-ecologista» que en muchos casos colisionan irremediablemente.

Orden geopolítico. En el terreno de la lucha geopolítica continental, la victoria de Evo Morales fortalecerá tanto al proyecto de integración más vanguardista y revolucionario, el ALBA, como a la dinámica de unión sudamericana expresada principalmente en la UNASUR. El reto boliviano, en el marco del ALBA, será la retroalimentación del discurso y la práctica del «Socialismo del Siglo XXI», todavía hoy día estrictamente circunscrito a la Venezuela Bolivariana.

Paralelamente, su apuesta por revitalizar junto a Paraguay y Uruguay el denominado proyecto «Urupabol», pudiera servir para reducir relativamente la arrolladora presencia del gigante brasileño. A su vez, si Bolivia decide en algún momento acompañar a Venezuela en su inserción en el MERCOSUR, facilitaría aún más el avance de un modelo de integración latinoamericano menos hegemonizado por Itamaraty.

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