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Crónika | Los afectados por los «swap» se movilizan

Contratos oscuros atrapan a clientes de bancos con deudas desorbitadas

Atrapadas con productos que les convierten en deudoras de cientos de miles de euros a los bancos que se los vendieron. Son personas que en su día pidieron un préstamo pero además firmaron productos de alto riesgo pensados para grandes operaciones especulativas.

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Pablo RUIZ DE ARETXABALETA

«Es algo totalmente abusivo, te sientes como un monigote con el que hacen lo que quieren», se queja Blanca, una afectada de Gasteiz, al que el banco le reclama 42,650 euros cada trimestre. Bajo el nombre de swaps, clips, seguros sobre hipotecas, permuta financiera de tipos de interés o contrato cobertura sobre hipoteca, en teoría son un seguro ante los vaivenes de los tipos de interés pero en la práctica el riesgo lo asume el cliente, que debe pagar sumas desorbitadas. Lo peor es que su cancelación resulta prácticamente imposible con penalizaciones inasumibles.

Los swap se vendieron, siempre a iniciativa de los bancos, ligados a la concesión de préstamos hipotecarios, aunque están desligados de los mismos. Blanca, puso en marcha su pequeño supermercado familiar hace cuatro años, para lo que pidió dos préstamos de 725.000 y 245.000 euros. Consiguió un préstamo con el banco Santander en la época en que el euribor se encontraba en sus máximos históricos.

Ahora el banco le reclama unos pagos de 42.650 euros cada tres meses o 500.000 si quiere cancelar el swap que el banco le coló junto al préstamo. En la misma oficina del notario, pero sin la intervención de éste, el director de su sucursal les planteó la firma de estos derivados financieros «que no sabíamos ni lo que eran» y que ha cambiado hasta tres veces, pero sin poder desprenderse de ellos. Nombres como «swap bonificado escalonado con barrera knock In in arrears o «swap bonificado reversible media» son algunos productos, cuyo contenido resulta aún más incomprensible, e incluyen enrevesadas fórmulas matemáticas.

La confianza en el responsable de la entidad ha hecho que en muchos de los casos se firmaran sin entenderlos. En este caso, el director les aseguró «sin darle mucha importancia» que se trataba de un buen producto que les ayudaría con el préstamo. Pero Blanca sólo consiguió una copia de lo que había firmado al cabo de tres años de reclamaciones.

También la confianza con su sucursal hizo que el propietario de un taller que contaba con una línea de crédito con el BBVA. firmara un swap que le daría «tranquilidad» ante los vaivenes de los tipos de interés, pero no le dijeron que con determinadas condiciones debería asumir unos gastos que actualmente suponen un pago de 6.000 euros cada tres meses.

Para cancelarlo el banco le exige «unas condiciones ruinosas, un montón de dinero -25.000 euros- porque dicen que tienen muchos gastos», según explica su abogado.

En el caso de Blanca, al final del primer año descubrió que tenía que pagar 24.000 euros. Fue cuando se dieron cuenta de dónde se habían metido. Hasta el director del banco llamó «y se mostró muy afectado» diciendo que lo iba a intentar compensar.

Pero el problema no acabó ahí ya que en lugar de cancelar el producto lo sustituyó por otro swap de características diferentes. Se lo vendieron como «un producto especial para nosotros con el que íbamos a empezar a compensar el dinero perdido y si bajaba el euribor lo cancelábamos para no perder dinero. Como tontos nos lo creímos». Pero la recuperación no fue tal, ya que sólo ganaron 50 euros.

Otro cambio

Visto que no les era útil intentaron una nueva cancelación en mayo de 2008 pero la entidad se resistió y lo volvió a sustituirlo por un tercer swap. Blanca se queja de que no le explicaron que no sólo cambiaba la horquilla de tipos sino el valor del producto y las condiciones. «Eso lo he sabido luego. Tu lo lees y son tan sumamente difíciles de entender que no puedes quedarte con nada».

Por ello, cada tres meses ahora el banco le reclama 42.650 euros. «No les pago. Es una burrada», afirma. Conoce el caso de otro comercio de Gasteiz que tenía una línea de descuento con el banco y contrató un swap por siete millones, que está haciendo frente a los pagos, «pero yo no lo tengo ni lo puedo generar». Las víctimas de estas prácticas no pueden saber a qué corresponden las liquidaciones. «Es todo muy turbio. Hasta final de año no sabes si ganas o pierdes. Te tienes que creer la cantidad que te cargan. No la puedes calcular Era como jugar a la ruleta». Así que intentaron cancelarlo de nuevo en octubre de 2008. El banco daba largas. Hasta que finalmente consiguió que la entidad le dijera que el coste de la cancelación ascendía a 105.000 euros, sin ninguna explicación del cálculo.

Ya harta, contrató un abogado y puso una reclamación ante el defensor del cliente del banco, que aún no ha respondido. En abril de este año, cuando se acercaba la primera liquidación negativa el director de zona del Santander acudió a hablar con ella. «Me dijo que el coste de cancelación era de 500.000 euros» y volvió a ofrecerle otro swap. «Me pareció irrisorio. Le estoy diciendo que quiero cancelar, que lo he firmado no sabiendo lo que era y me dice que lo cancela a cambio de firmar otro. ¿Cuando vamos a acabar con esta historia?», protesta.

En octubre reclamó ante el Banco de España. Blanca opina que el contrato tiene que ser nulo porque se ha firmado sin saber lo que era. «Somos clientes minoristas y el banco de informarse sobre qué tipo de clientes somos y si el producto es adecuado para nosotros».

Cuando se pide un préstamo el banco hipoteca la casa, pide nóminas, avales y un montón de requisitos al cliente. En el caso de los swap no se preocupa de nada y el riesgo de impago está al nivel de los productos basura que están en el origen de la actual crisis económica.

En el caso del dueño del taller le dieron un contrato «que no entiende nadie para firmar pero luego la forma de concretar el acuerdo fue una videoconferencia. Ahora pedimos copia para ver de qué se ha hablado y no nos la dan. Sólo tenemos un papel que no hay dios que entienda», explica su abogado, que insiste que «en el fondo hay un engaño» por el modelo de contrato utilizado.

El banco también le ofreció sustituir el swap por otro, con unas cláusulas que «parecen aquello de la parte contratante de los hermanos Marx», relata. Las pautas se repiten en casi todos los afectados que expresan su rabia en distintos foros en internet. Blanca ha constatado que los bancos adaptaban el tipo de producto según la situación de los tipos de interés, siempre a favor de la entidad. Están surgiendo asociaciones de afectados, como Apymad, que agrupa a pequeños empresarios y ha presentado una demanda conjunta contra el Santander.

Sentencias

Algunos, aún sintiéndose engañados, están pagando las cantidades desproporcionadas que exigen los bancos pero otros no pueden y han visto canceladas líneas de descuento, han recibido amenazas de ejecución de las hipotecas o han entrado en listas de morosos.

Hasta ahora dos sentencias, una de la Audiencia Provincial de Araba y otra de la de Jaén contra Bankinter y Santander respectivamente, avalan a los clientes por la falta de información y lo incomprensible de los contratos. La Audiencia de Araba señala que la interpretación de «las cláusulas oscuras no debe favorecer a quien las ha redactado». Sostiene además que el banco «sólo habló de ventajas, no valoró los daños que el contrato podía irrogar, las cláusulas del contrato resultan incomprensibles literalmente, ni siquiera el director de la sucursal pudo explicarlas en un lenguaje mas común y comprensible para el cliente, quizá, él tampoco las comprendía». Multó a la entidad con 31.475 euros.

El Gobierno español, con los bancos

El Gobierno español ha defendido los swap como un producto «habitual» y de carácter «voluntario» y, en caso de abusos, remite a los «procedimientos de reclamación. En cambio el Defensor del Pueblo español ha estimado que no son una garantía para los clientes, sino un producto especulativo que beneficia, en todo caso, a las entidades financieras.

«Me siento estafada»

«Para protegerme de las subidas de interés suscribí un seguro que me aconsejaron. Ahora sé que lo que firmé es un swap, un producto financiero de alto riesgo y que tiene un coste de cancelación desorbitado. Actualmente estoy pagando una cuota mensual por la hipoteca de 4.800 euros y por el swap me piden trimestralmente 42.650».

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