«Mikel, amama era contrabandista». Fue la noticia que le desveló hace poco su madre a Mikel Alvira (Iruñea, 1969). El escritor navarro empezó entonces a investigar, a charlar con la gente de Izaba y alrededores. «Me abrió la rendija a esa parte de la historia de los Pirineos, esa parte de la historia navarra en la cual la muga y el contrabando son los protagonistas», explicó ayer Alvira. De ahí surgió «El silencio de las hayas» (Ttarttalo).

Alvira presenta una novela coral, que parte a principios del siglo XX en el valle de Erronkari, pero que abarca gran parte del siglo, pasando por las zonas mineras de Bizkaia o por «la Iruñea del hambre», a través de las vivencias de una saga familiar. Los padres de la casa Sorogibel, Mieltxo y Cataline, con la llegada de la Guerra del 36, se verán en la obligación de enviar a unos hijos al exilio, a otros a tierras vizcainas y a otros a Iruñea. «Me di cuenta de que no se trataba de contar una historia de contrabandistas, había mucho más, es una historia humana, una historia de pasiones que tenemos cualquiera», explicó el autor.

La novela fue una de las revelaciones de literatura en castellano, en cuanto a ventas en la Azoka de Durango, según la editorial, gracias al acierto con la portada «sobria, elegante, evocadora y con tintes de intriga y misterio», detallaron. Destacaron también la fuerza del título. «Habla del silencio, como el que buscamos en las hayas como un lugar donde escaparnos, que es un silencio falso. Pero también del silencio que silencian las hayas, testigos de nuestra historia».

Y, ¿por qué las hayas? «Porque están en la zona donde vive la gente, los pinos están más arriba. Donde la gente se encuentra, se enfrenta, se ama y se mata es en el monte bajo, donde están las hayas», aclaró el autor y añadió que la novela puede tener una doble lectura: «Por una parte, las aventuras de la gente de la muga, tanto en el contrabando de mercancías o de ideas como después el tema del exilio que a tantos nos tocó. Pero, también hay otra lectura, que es la cercana, la humana. Ahí me quedo con esta frase: nuestra vida está hecha de muchas acciones, algunas grandes y otras insignificantes, pero nunca sabemos dónde nos van a llevar».