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Maite Ubiria I Periodista

El paso largo de los impacientes y el corto viaje de los ambiciosos

Tres meses y tres ejemplos de que es posible caminar al mismo paso, y ojalá que no sólo sea para expresar hartazgo. Tres ejemplos concretos de cómo es oportuno acompasar las prioridades de unos y otros. Tres marchas para decir, primero, que no se debe encerrar a los constructores de soluciones entre rejas; segundo, que la caza al joven independentista no va a hacer desistir del camino emprendido; y por tercera vez, ayer en Bilbo, para declarar nulo el juicio injusto a quienes han dado buena prensa al país del euskara.

Tres cortejos y una pregunta en el aire. Es legítima la impaciencia cuando proviene de los sectores abertzales y progresistas, los más interesados en ver aflorar los compromisos que permitan romper con este tedioso sonsonete y estrenar década con otra sintonía política.

La impaciencia no está bien vista. Sin embargo, me permito aquí y ahora poner patas arriba la doctrina zen y hacer causa común con los impacientes. Porque lejos de ser un defecto, este apetito de realismo, esta premura por ver cómo se abre camino entre la bruma el país posible, es una virtud recomendable.

La impaciencia que nos invade estos días es un gesto que sólo puede resultar natural cuando tras ella afloran los mil esfuerzos hechos por tantas mujeres y hombres, por los ciudadanos disconformes, para hacer posible un cambio político.

La impaciencia es natural, y hasta un reflejo más de compromiso cuando proviene de ese crisol de militantes -no por su gusto- del caiga lo que caiga, de gentes dispuestas a poner pie contra pared frente a la excavadora que trata de arrasar derechos y señas de identidad.

Ojo, que nadie se confunda. No pido aquí perpetua indulgencia hacia quienes sólo parecen tener prisa en que caigan del cielo bendiciones para luego... ¿seguir mirando a la luna?

Tampoco entiendo a quienes piden pruebas del algodón a la izquierda abertzale y luego acuden a diálogos secretos en los oscuros despachos en los que se decide cómo encerrar a más vascos. Por todo ello, mejor no reprochar mucho a los impacientes, que ellos avanzan con paso largo. Y a los de la ambición inconfesable, un consejo: para saber lo que da de sí un viaje a corto hablen con López y Munilla.

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