Raimundo Fitero
Bromas y veras
Como tengo mucha salud, de amor ando sobrado y el dinero, como el tamaño, no importa, he mirado al frente y me he encontrado con un cuadro expresionista que en ocasiones parece una sátira. La supuesta «desafección» de los vascos con el mensaje navideño del Borbón no puede cambiarse por una sumisión reaccionaria. Quienes rechazan la monarquía impuesta por el franquismo lo hacen más allá de cualquier noción nacionalista, es simplemente un acto de ciudadanía. Pero como Alberto Surio ha venido a dar lecciones de democracia orgánica, el chico más listo de su clase, nos dice que «no es obligatorio verlo». Sí señor, usted es un sabio, pero le digo yo, por si acaso no lo sabía, que tampoco es «obligatorio emitirlo», y usted va y nos hace creer que es la manera de ser normal. Si eso es lo normal, soy anormal, subnormal o como quiera llamarnos a quienes repudiamos la monarquía, sea la borbónica o la de cualquier lugar africano, que tanto se parecen en sus principios democráticos hereditarios.
Aunque las cosas que pasan son tan sorprendentes que no hace falta mirar ningún espacio humorístico para partir de risa. O llorar desesperadamente. Pero este es el retrato que se hace con los hechos, las declaraciones y las circunstancias objetivas. El nuevo presidente de RTVE, el anciano señor Alberto Oliart, no sabía lo que era una parrilla. Hizo un mal chiste, porque evidentemente conoce perfectamente lo que es una parrilla para asar chorizos de los cerdos ibéricos que cría, pero no sabía que así se llama donde aparece la programación diaria, semanal y mensual de una cadena de televisión. Son signos de una locura, de una entrega, de un desafección real al ente público. Por menos se despide en otras monarquías, pero estamos en una monarquía tan moderna, tan moderna, que el presidente de la patronal, debe millones a la banca, tiene a cientos de empleados sin cobrar desde hace meses, cierra una compañía de aviación en estos días de tantos viajes familiares y tiene a miles de pasajeros amotinados en Barajas. Y no dimite. O no le dejan. Es su coartada. Una buena manera de dirigir de manera ejemplar un colectivo de empresarios.