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«Todo lo importante de la vida lo aprendí en el seminario, a mí me fascinaba»

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Boniface Ndong

Jugador del Barcelona

Trotamundos, políglota, ex seminarista, aficionado a la historia y a la pesca. Desde sus 2,13 metros de altura, Boniface Ndong (Mbour, Senegal, 3-9-1977) parece empeñado en demostrar que hay vida más allá del deporte profesional. Se dedica, cómo no, al baloncesto, quizá la mejor manera de emplear sus enormes manos. Ha aterrizado esta temporada en el Barcelona procedente del Unicaja de Málaga.

Javier GIRALDO

Detrás quedan seis países, seis idiomas y, sobre todo, seis años preparándose para ser sacerdote. Eligió la canasta, pero bien podría haberse dedicado a predicar la palabra de Dios. Tendría adeptos. Transmite serenidad y el sosiego de quien sabe que no todo termina en el mundo del deporte.

El baloncesto no fue su primera vocación...

Empecé relativamente tarde a jugar al baloncesto. Había jugado mucho a nivel amateur, en el colegio, en plan playground. Me gustaba mucho el fútbol. Jugaba de lateral derecho y era bastante bueno, muy rápido.

Es difícil imaginarle corriendo la banda del Camp Nou.

Sí, el cambio de deporte llegó con el cambio de estatura. Con 14 años ya hacía mates y los entrenadores vieron que tenía talento. Y me enamoré del baloncesto. A los 16 años medía 1,88 metros. Era alto, pero no tanto como para pensar en dedicarme a esto. El cambio llegó de los 16 a los 17 años. Llegué a los 2,03 metros. Y entonces ya tuve claro que el baloncesto era lo mío.

Pero antes, iba camino de convertirse en sacerdote.

Entré en el seminario con trece años porque un amigo de mi hermana me invitó a probar. Yo era un chico muy activo en la escuela, cantaba en el coro, participaba en actividades religiosas. Yo mismo decidí entrar, mis padres ni me empujaron ni me lo impidieron.

¿Católico en un país musulmán?

Sí, en Senegal, el 90 por ciento de la población es musulmana. En la costa hay más católicos. En mi caso, todo viene por la familia. Mi padre y mi abuelo eran católicos. Mis antepasados, al menos que yo recuerde, son senegaleses y católicos.

¿Cómo era la vida en el seminario?

A mí me fascinaba. Cada dos años cambiábamos de ciudad para aprender a vivir en varias comunidades. Te levantabas a las cinco de la mañana... y a estudiar. Rezábamos cada día, aprendíamos a vivir en comunidad y a hacer los trabajos de la casa; planchar, lavar la ropa, de todo, salvo cocinar. Éramos unos 20 chicos y casi todos queríamos ser curas. Yo también. Si no me hubiese convertido en jugador de baloncesto, probablemente sería sacerdote.

¿Y qué le hizo cambiar?

Con 18 años empecé a ver que podía ser un buen jugador de baloncesto y decidí probar. Surgió la oportunidad de ir a entrenar a Alemania gracias a Amadou Fall, un senegalés que trabaja de ojeador para los Dallas Mavericks.

Y se despidió del seminario.

Sí. Pero allí aprendí todo lo importante de la vida. En mi pueblo, las peleas entre niños eran diarias. Jugábamos al fútbol en la playa y al final, si había pelea, sólo valía la ley del más fuerte. Muchas veces, yo mismo reaccionaba con violencia. El seminario me enseñó a ser humilde, a pensar antes de actuar. Si te peleabas, eras expulsado y no te permitían volver. No podías cometer un error dos veces. Allí aprendí a ser tolerante y paciente. A convivir y tener respeto. Me cambió por completo. Sin el seminario, sería una persona muy diferente y nunca habría llegado hasta aquí.

Le ayudó a labrarse una buena carrera como jugador.

Me fui a Alemania con 19 años. Nunca había salido de África. Me sorprendió el frío, se me hizo difícil el idioma, pero tenían unas instalaciones impresionantes. ¡En Wurzburg empecé a entrenar con un tal Nowitzki! Su entrenador era Holger Geschwindner. Él me enseñó prácticamente todo lo que sé sobre baloncesto.

Aprendió alemán, conoció a su mujer y obtuvo la nacionalidad.

Aprendí alemán y conocí a mi mujer, pero no tengo el pasaporte alemán. Mucha gente se confunde y piensa que lo tengo, pero no es verdad.

Aprendió alemán ¿y cuántas lenguas más?

Mi idioma materno es el serer. También hablo wolof, uno de los idiomas predominantes en Senegal. Y francés, inglés y español. El ruso no llegué a aprenderlo, sólo leer algunas palabras para no perderme cuando iba a entrenar con el Spartak de San Petersburgo.

Ha vivido en Alemania, Francia, Estados Unidos, Rusia... ¿Dónde le ha costado más adaptarse?

En general, mi vida diaria es parecida en todos los sitios. Algunos países son más rigurosos, otros más relajados. En unos se trabaja más, en otros menos. Pero la vida de mi familia y la mía no cambia demasiado. Eso sí, dentro de un tiempo habrá que buscarse un sitio fijo para establecerse. Y mis favoritos son Estados Unidos y España.

¿Acude a misa todos los domingos?

No voy demasiado a misa por falta de tiempo. Muchos domingos por la mañana tenemos partido.

¿Y celebra la Navidad?

Sí. La pasaré con mi familia y con mis primos, y llamaremos a nuestra gente en Senegal. En mi país, la Navidad es diferente, se nota que la gente lo siente más dentro, suelen ir todos a la iglesia. Aquí aún no la he podido vivir de verdad, pero a veces da la impresión de que la gente se ha olvidado de lo que realmente significa la Navidad.

 
 
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