Crónica | Adiós 2009, hola 2010
Al monte por la mañana, de disfraces por la noche y chapuzón a mediodía
En la playa de La Concha el agua estaba a 12º, pero aún así decenas de personas se animaron a recibir el año con un baño. La cima del Gorbeia estaba el jueves desapacible, pero muchos despidieron el año en ella. Porque no sólo de cotillones se disfruta en estas fechas.
Joseba VIVANCO
Quemar un tronco, beber el primer chorro de agua de la fuente del pueblo al dar la medianoche, ascender a las cimas más emblemáticas del país, darse un chapuzón en la playa haga frío o calor, transportar la alegría interior en cada cohete que lanzamos a estallar en el cielo... Las formas de despedir el año que se fue y a continuación recibir al recién estrenado no son ajenas a los vascos. Esta Nochevieja y este Año Nuevo no lo han sido menos y más allá de los masificados cotillones, son muchos los que han optado por celebrar estas fechas de una manera más original, aunque a estas alturas igualmente tradicional.
Muchos sudaron, entre el viento y la lluvia, en las San Silvestres, como las de Donostia, Galdakao o Lerín. Lo que no sabemos es si también se animó alguno a la primera marcha de mountain bike para despedir el año en Ondarroa. ¿Por qué lo decimos? Basta echar un vistazo al llamativo cartel anunciador.
Con salida a las 9.00 y los domingueros gratis, podía tomar parte en la prueba todo el que quisiera, «hasta los de Lekeitio». El recorrido, uno corto de 30 kilómetros y otro largo de la misma distancia pero «pero sin entrenar y habiendo bebido 17 heinekens». La vuelta estaba prevista para el poteo, aunque «si alguno se rompe la tibia o el peroné, tranquilos, la organización se encargará de decir a la familia más o menos dónde se ha caído para que vayan a buscarlo...».
Hay otras pruebas también recientes, entre deportivas y altruistas. Ayer fue el caso de una de ellas. Decenas de personas de todas las edades volvieron a responder a la llamada del ``Kontxapuzón'' en aguas de La Concha donostiarra. Cubrieron doscientos metros a nado, con el agua a 12º, y todo para recaudar fondos para la Asociación del Daño Cerebral Adquirido. También en Hendaia, a mediodía, se dieron el tradicional chapuzón y luego hubo pinchos.
Son costumbres más recientes y menos concurridas. Otras, son todo lo contrario, como la atracción que algunos montes tienen sobre miles de vascos que acuden a sus picos para despedir o recibir el año, brindando con los amigos.
Así los de Bilbo ascendieron al Pagasarri y algunos después al Ganekogorta. Los donostiarras, al Adarra, los gasteiztarras al Zaldiaran, desde la vieja Iruñea coronaron al pico y fuerte de San Cristóbal, en los pueblos de la comarca navarra de Sakana hicieron cumbre en el Beriain, conocido popularmente por San Donato. Desde Lizarra suben al Zirauki, desde Tolosa al Uzturre, desde Azpeitia y Azkoitia al Ernio, y otros muchos guipuzcoanos recibien el año en el Aizkorri. Al final, cualquier cima es buena para la ocasión.
A la cruz de Gorbeia llegan de todas partes. Allí ascendieron la mañana del 31, entre una intensa niebla, viento y frío, varios centenares de personas. Un día muy desagradable, que no dejó pasar mucho tiempo en la cima, pero suficiente para brindar con sidra o cava, caldo o `colacao', sin faltar las ikurriñas o el típico `pasamano' por la imagen de la virgen de Begoña. Menos gente, pero es que «hacía tanto viento que casi nos tiraba llegando a la cruz», reconocía Xabi Zalbide, de Ganzorrotz Mendi Taldea. «No estaba para estar mucho rato arriba, así que hemos brindado con los guantes, unas fotos, felicitarnos el año y para abajo a hacer el hamaiketako», admitía.
Más agradable lo tuvieron quienes recibieron el año en cumbres como la del Adarra -la subida más antigua, desde 1924- o Zaldiaran. A pesar del anuncio de mal tiempo, las primeras horas del día fueron hasta soleadas y eso favoreció que numerosa gente se animara a subir y brindar con los conocidos. Una imagen elocuente era el ir y venir de mendizales hacia el Adarra. En el monte gasteiztarra, de más fácil acceso, también mucha gente se animó, quizá más que otras veces, aunque la edad de los ascencionistas no fue precisamente joven.
Una tradición consolidada, como la de vestirse de alguna manera original en la Nochevieja de Iruñea. Los lugares de ambiente de la capital navarra volvieron a revivir su particular `Carnaval'. Hace años, cerca de una treintena, los iruindarras decidieron calzarse pelucas, gorros y narices postizas el último día del año. La curiosa tradición, surgida tras una fiesta organizada por una emisora de radio local, ha cobrado tal éxito, que la ciudad acoge cada vez a un mayor número de público encantado con la idea de despedir el año vestido de cualquier cosa menos de esmoquin y traje largo como... en Donostia.
Sí, mientras en Iruñea un año triunfan los hobbits, otro la careta de Bin Laden y quién sabe si éste lo ha hecho el traje y los rizos de Michael Jackson, en la capital guipuzcoana no hay cotillón o fiesta noctámbula en Nochevieja que se precie en la que no esté obligado acudir de gala, con traje, americana o vestido de noche. Una especie de Maritxu Kajoi al estilo donostiarra y para despedir-recibir el año, tras pasar por taquilla y abonar 60 euros o más.
Y quien no optó por ningún ritual ni tradición, se decantó por dejarse unos euros en pirotecnia. En Astondoa, el día 31 por la mañana había colas de horas. Todo por despedir el año echando un cohete...
En Urdiain, entre Aralar y Urbasa, se mantiene el tradicional Rito del Agua. Al sonar las campanadas de medianoche del 31, los jóvenes recorren las calles cantando y pidiendo aguinaldo al tiempo que ofrecen agua de la fuente del pueblo.
Lourdes Ojenbarrena, de la Pirotecnia Astondoa, confirmaba que la crisis parece no haber hecho mella en los bolsillos de los vascos de cara a la compra de cohetes y petardos para Nochevieja. Las compras se han mantenido como otros años.
Cuatro personas iniciaron el nuevo año desde Orreaga cubriendo la ruta hacia Santiago de Compostela, sumándose así a la celebración del Xacobeo 2010, que ayer abrió su puerta en la ciudad gallega, siendo un navarro el primero en cruzar.
Subir al monte para despedir y recibir el año es ya una costumbre, que se acompaña del ondeo de ikurriñas. En otros tiempos estaba hasta prohibido subir a estas cimas y había que pedir permiso, por eso ondear la enseña vasca tenía su significado.