Helen Groome Geógrafa
Dos visiones de una misma empresa
Monsanto tiene en jaque a muchos agricultores y agricultoras. Controla gran parte del mercado de semillas agrícolas, del cual retira aquellas variedades que no le interesan y comercializa únicamente aquellas que mayor rendimiento económico le dan
Forbes ha designado «empresa del año» a la empresa estadounidense de agrotóxicos y semillas Monsanto. Entre sus motivos, los 44 billones de dólares (¿exactamente cuánto dinero es eso?) de valor de Monsanto en el mercado en 2009, los 7,3 billones de dólares de ventas de semillas y genes de ésta durante el mismo año y el aumento del 18% anual de sus ventas durante los últimos cinco años. Es todo un ejemplo de cómo debe funcionar una empresa, según... ¿Forbes?
El tal «Forbes» es, naturalmente, otra empresa. Una compañía editorial y de comunicaciones, también estadounidense, que publica una revista quincenal especializada en el mundo de los negocios y finanzas, y anualmente listas de las personas y empresas más ricas del mundo. No sorprende saber que el lema de esta empresa es «La herramienta del Capitalista» y que promociona (adula) a empresas con resultados económicos aparentemente «ejemplares» como Monsanto.
No obstante, un sinfín de movimientos sociales tiene en marcha una amplia campaña de denuncia de esta misma empresa con lemas como «Monsanto fuera de América Latina» o «Monsanto: peligro social». Sus motivos son la falta de ética y las consecuencias socio-económicas y ambientales de las tácticas y de los productos de Monsanto, su inaceptable grado de influencia en distintos gobiernos, su inaceptable poder económico y su dañina arrogancia. O sea, denuncian exactamente cómo consigue Monsanto sus resultados económicos. Lo que para Forbes son puntos a favor de Monsanto, son para la mayoría de los mortales puntos en su contra.
Sin ir más lejos, Monsanto tiene en jaque a muchos agricultores y agricultoras. Controla gran parte del mercado de semillas agrícolas, del cual retira aquellas variedades que no le interesan y comercializa únicamente aquellas que mayor rendimiento económico le dan. Concretamente, los y las agricultores estadounidenses que compran semilla de la soja transgénica RR2 a Monsanto pagarán en 2010 un 42% más por bolsa de semilla que en 2009. En los 25 años que van desde 1975 a 2000, el precio de la semilla de la soja no transgénica aumentó en un 63%. En los nueve años desde 2000, cuando la semilla de la soja transgénica ya dominaba el mercado, el precio global de la semilla ha subido un 230%. Las y los agricultores que siembran la nueva variedad de maíz MG «SmartStax» de Monsanto pagarán más de el doble del precio de la semilla no transgénica.
Y su arrogancia... Monsanto se jacta de su poderío: anunció recientemente que su objetivo para 2010-2012 es doblar sus beneficios económicos de 2007 y que la tercera parte de estos nuevos ingresos vendrá, precisamente, de las dos variedades de semillas citadas arriba. Está claro que Monsanto ha logrado generar un contexto empresarial-político-legal que permite esta enorme transferencia de dinero de la gente del campo a su empresa.
Forbes lo adula, la clase política le consiente. Nos está tocando a los movimientos sociales difundir otra visión de Monsanto.