Crisis humanitaria en Somalia
El PMA suspende por seguridad la distribución de alimentos en el sur
El Programa Mundial de Alimentos (PMA) suspendió ayer sus actividades en el sur de Somalia a causa de las amenazas a la seguridad de su personal y a las exigencias económicas de la milicia islamista Al-Shabab, que combate al Gobierno de Mogadiscio y controla la zona. En el resto del país, incluida su capital, se mantiene la distribución de alimentos.
GARA | GINEBRA
El Programa Mundial de Alimentos (PMA) denunció ayer las crecientes amenazas y ataques a sus operaciones humanitarias en Somalia así como demandas «inaceptables» por parte de grupos armados que le están impidiendo trabajar con un millón de personas necesitadas en el sur del país. Esta situación ha llevado al organismo de Naciones Unidas a suspender sus actividades en esa zona, aunque las mantiene en el resto del país.
«Las operaciones humanitarias del PMA en el sur de Somalia han sido objeto de una escalada de ataques por grupos arma- dos que han conducido a la suspensión parcial de la distribución de alimentos en gran parte del sur de Somalia», indicó el PMA en un comunicado.
«El PMA está profundamente preocupado por el aumento del hambre y el sufrimiento de los más vulnerables causa de estos ataques inhumanos y sin precedentes sobre operaciones puramente humanitarias», añadió.
El mantenimiento de su actividad en el resto del país, incluida la capital, Mogadiscio, le permite trabajar con dos tercios del 1,8 millones de personas marcado como objetivo, lo que equivale a las dos terceras partes de la población más vulnerable.
Las oficinas cerradas son las que están ubicadas en las localidades de Wajid, Buale, Garbahare, Afmadow, Jilib y Belet Weyne.
La mayoría de estas zonas están controladas por la milicia islamista Al-Shabab que, según Washington, es la filial de Al-Qaeda en Somalia.
La interrupción del flujo de ayuda alimentaria está obligando, por un lado, a la población más necesitada a trasladarse a zonas donde el PMA tiene capacidad para atenderla y, por otro, al organismo de Naciones Unidas a desplazar sus recursos humanos y materiales a las zonas a las que la población más necesitada se ha visto obligada a huir.
El personal y los recursos evacuados del sur se desplegarán en las zonas donde el PMA sigue trabajando «en la eventualidad de que ocurran movimientos de población tras la suspensión de la distribución alimen- taria».
El PMA es desde hace más de cuarenta años uno de los principales pilares de los esfuerzos humanitarios en Somalia, golpeadas por las constantes sequías, los precios de los alimentos, la guerra civil desde 1991 y el derrumbamiento del Estado.
La tierra no logra producir como promedio más del 40% de las necesidades alimentarias de la población, aunque en los últimos cinco años la producción agrícola ha alcanzado sólo para el 30% de los somalíes.
«La seguridad es un asunto clave para el PMA y los recientes ataques, amenazas, acosos y demandas de pagos por parte de grupos armados, como Al-Shabab, que controla la zona de la que se retira el organismo de la ONU, han diezmado la capacidad de atención humanitaria, imposibilitando virtualmente llegar a más de un millón de mujeres y niños y a otros sectores de la población altamente vulnerables», concluye la nota.
«Para trabajar tenemos que tener un acceso razonable» a las zonas en las que el PMA está llevando a cabo operaciones humanitarias, señaló a France-Presse Greg Barrow, portavoz del organismo en Roma. Desde Ginebra, Emilia Casella tachó de «inaceptables» las exigencias de los grupos armados, que «nos piden dinero a cambio de nuestra seguridad y nos exigen que no empleemos a mujeres», y afirmó que la retirada del PMA hundirá a un millón de personas en «una situación dramática».
El 22 de diciembre, un guardia de seguridad somalí empleado por el PMA murió a tiros en un pueblo del centro-sur del país. En enero de 2009, el PMA ya amenazó con suspender la distribución de alimentos en algunas zonas si autoridades y grupos armados no garantizaban la seguridad de su personal. A principios de ese mes, dos funcionarios del PMA resultaron muertos.
Alrededor de las tres cuartas partes de los 3,76 millones de somalíes que necesitan ayuda humanitaria para sobrevivir, más del 40% de la población, están concentradas en las regiones del centro y del sur del país.
La prevalencia de la malnutrición grave entre los niños somalíes se eleva al 18,6%, por encima del umbral del 15% que evidencia una situación de emergencia, según datos ofrecidos por el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Fatuma está sentada junto a su hijo gravemente desnutrido y vigila con nerviosismo la aparición de cualquier signo de mejoría. Su hijo es uno de los más de 1.300 niños con desnutrición severa que actualmente reciben asistencia en el programa nutricional de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el sur y norte de Galcayo, Somalia.
«La situación es alarmante», afirma la Jefe de Misión de MSF para Somalia, Karin Fischer Liddle. «Éste es el número más alto de niños desnutridos que MSF haya tratado nunca en la zona. Y lo que es más, nos preocupa que no todo el mundo pueda llegar hasta nosotros. Lo que vemos en nuestro programa puede ser una fracción de lo que puede ser una crisis más generalizada».
Tristemente, sólo algunos de los que necesitan atención consiguen llegar a la estructura de MSF, que sigue siendo el único proveedor de atención médica gratuita en un radio de cientos de kilómetros a la redonda. Durante mucho tiempo, la inseguridad ha impedido que MSF gestione servicios móviles y transporte a los pacientes a y desde las aldeas más distantes.
«Sé que muchos mueren en su aldea. El viaje no es sólo largo sino que también es costoso y muchos no se lo pueden permitir», explica Ubah, otra madre cuyo hijo recibe nutrición terapéutica y tratamiento para la tuberculosis en la estructura de MSF.
El número de mujeres con bebés desnutridos en brazos en las abarrotadas salas de espera de MSF va en aumento. Muchas han acudido como último recurso cuando su hijo enfermo ya no responde a los remedios comprados localmente y a los métodos de sanación tradicionales.
«El las aldeas hay pequeñas farmacias que venden medicamentos pero sin receta. Si piensan que es malaria piden antipalúdicos. Con esta medicación, algunos se recuperan pero otros enferman más y mueren», explica Fatuma.
La gente que llega a los programas nutricionales de MSF comenta que la inusualmente prolongada sequía de este año ha agravado una situación ya frágil: pobreza crónica, malas cosechas, altos precios de los alimentos y violencia continuada.
«Debido a la larga sequía en la zona, el mayor problema que vemos ahora es la desnutrición aguda severa. Cuando hace calor vemos a muchos pacientes que se desplazan largas distancias -algunos desde Etiopía-. Y los pocos animales que poseen ya se han muerto», afirma Jibril, el supervisor del Centro Nutricional Terapéutico. GARA
Hasta 7.000 han huido de Dusamareb, en el centro del país y capital de la región de Galgadud, después de un fin de semana de intensos enfrentamientos entre diferentes grupos islamistas, que se saldaron con la muerte de decenas de personas.