Crónica | Llegada de los Reyes Magos de Oriente
Las rodillas de Melchor, Gaspar y Baltasar, testigos de miles de ilusiones
Ataviados con sus inconfundibles coronas, los Reyes Magos de Oriente llegaron a Euskal Herria para escuchar las peticiones de los más txikis, y aconsejarles que se acostaran pronto. En las cabalgatas hubo que plantarle cara al frío, aunque la ilusión por ver a Melchor, Gaspar y Baltasar pudo con las bajas temperaturas.
Oihane LARRETXEA
Casi dos semanas después de que llegara Olentzero con el saco lleno de regalos, ayer fue el turno de los Reyes Magos de Oriente, quienes llegaron a Euskal Herria para cumplir las peticiones de los txikis -y no tan txikis-.
A Donostia llegaron en dromedario, suplantando de esta manera la barca que les llevaba cada año hasta el muelle donostiarra. Tras dar un paseo por la playa de La Concha se dirigieron al Ayuntamiento, donde recibieron la visita de un sinfín de niñas y niños que guardaron cola durante largo rato.
En la capital vizcaína los más pequeños tuvieron la oportunidad de ver pasear a Melchor, Gaspar y Baltasar por la Gran Vía de Bilbo antes de comenzar con la cabalgata y muchos aprovecharon la oportunidad para acercarse y saludarles.
A pesar de la ilusión que se palpaba en el día de ayer, en Iruñea la llegada de los Reyes Magos de Oriente ha dejado en evidencia las diferentes posturas adoptadas por el Consistorio si se trata de Olentzero o bien son los Reyes Magos quienes llegan. Y es que el Ayuntamiento de la capital navarra ha facilitado todo tipo de ayudas para que pudiera celebrarse la cabalgata de ayer, mientras que el 24 de diciembre obstaculizó a Olentzero y los recorridos que el carbonero tenía previsto realizar por diferentes barrios de la ciudad.
Besos a cambio de cartas
La oportunidad de ver de cerca a Melchor, Gaspar y Baltasar se presenta una vez al año y por ello, sin intención alguna de querer perderse la ocasión, se formaron largas colas frente al Consistorio de Donostia, ya que en su interior aguardaban los Magos de Oriente. Los txikis esperaron con mucha expectación, una mezcla de risas y nervios: «Aunque no es la primera vez que les veo estoy muy nervioso por sentarme en sus rodillas», decía un niño que esperaba saludar a Gaspar.
Todos y todas sostenían entre los dedos la carta llena de peticiones de regalos que esperaban recibir durante la noche. Los aitas y las amas se mostraron igual de ansiosos que los hijos e hijas: pertrechados con cámaras fotográficas se ocupaban de inmortalizar el esperado momento. A más de uno le dio por llorar al ver las barbas blancas de Melchor y salió corriendo sin querer posar para la foto. Aunque para alguno, sentarse en las rodillas de Gaspar resultó un momento decisivo. Iker, un niño de apenas cuatro años, se acercó hasta Gaspar y decidió dejar el chupete para siempre. «No le veo muy convencido, ¡os deseo suerte!», bromeó el pelirrojo Rey Mago con los aitas de Iker.
Lluvia de caramelos
A la salida los niños y niñas comentaban emocionados lo que les habían dicho su Rey Mago preferido: «¡Ama, Gaspar me ha hablado en euskara y me ha pedido que venga a verle el año que viene!», contaba una niña a su ama.
En la cabalgata donostiarra no se vieron las carrozas tradicionales y fueron los dromedarios los encargados de transportar a Baltasar y compañía. Para cerrar el desfile, como en años precedentes, fue el camión de los bomberos el encargado de finalizar la cabalgata y mostrar los regalos preparados. En Bilbo, la cabalgata constó de nueve carrozas desde donde se lanzaron miles y miles de caramelos al público. Para coger la mayoría de dulces posibles más de uno abrió el paraguas del revés, ya que en Donostia, la lluvia anunciada no llegó, pero al menos al paraguas se le dio utilidad.