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Martin Garitano Periodista

Hay diferencias

En el momento de escribir estas líneas, el donostiarra Juan José Rego Vidal se encuentra hospitalizado en el Hospital de Palencia, víctima de un ataque al corazón, después de haber padecido dos anginas de pecho en el último año.

A la misma hora Enrique Rodríguez Galindo pasea por las nevadas calles de Zaragoza en compañía de su perrito o disfruta del espectáculo de la nieve desde la galería acristalada de su casa en compañía de familiares y amigos.

Juan José Rego Vidal, donostiarra nacido en 1939, cumple prisión desde 1995, condenado a 20 años por pertenencia a ETA y, dice la sentencia, un intento de asesinato en la persona de Juan Carlos Borbón. Lleva, pues, quince años en la cárcel, ha cumplido más de las tres cuartas partes de la condena impuesta y la gravedad de su enfermedad está tan acreditada como su ingreso hospitalario.

Enrique Rodríguez Galindo, granadino nacido el mismo año que Rego Vidal, fue encarcelado en el año 2000, condenado a 75 años de prisión por el secuestro y asesinato -así reza la sentencia- de Joxean Lasa y Joxi Zabala. Ordenó su secuestro, los visitó en el centro de tortura instalado en el palacio del gobernador civil de Guipúzcoa y decidió que los mataran de un tiro en la nuca y enteraran sus cuerpos en cal viva. Apenas cuatro años después de su ingreso en prisión, Rodríguez Galindo fue puesto en libertad por una supuesta dolencia cardiaca que no le impide disfrutar de las comodidades que le ofrece la jugosa pensión que le paga el mismo Estado que con tanta dureza le condenó y con tanta premura y benevolencia le perdonó.

A la vista están las similitudes de ambos casos. Hasta el mismo año de nacimiento y la causa de su dolencia (en el caso de que Galindo la padeciera, claro). También son evidentes las diferencias de los delitos por los que fueron condenados y la pena impuesta a cada uno.

Y, sobre todo, queda claro que uno está en la cárcel cuando debería estar en libertad y el otro está en libertad cuando debería estar en la cárcel. Uno es independentista vasco y el otro es nacionalista español. En este ignominioso caso no se cumple la máxima de Napoleón Bonaparte: El que con tanta brutalidad sirvió al Estado, no sirvió a un ingrato.

Post scriptum: Quienes siguen el juego a la política vengativa del Estado contra los prisioneros políticos vascos, quienes intoxican, manipulan... se colocan junto a los que perdonaron y pensionaron a Rodríguez Galindo. Junto a los que retienen a Rego Vidal esposado a una cama en Palencia.

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