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Juan Mari Beldarrain Otamendi Miembro de Eguzki

Jane Austen en Praileaitz

Si nos dejáramos llevar por las primeras impresiones, diríamos que es cierto el rumor de que los gobiernos, con independencia de los partidos que los gestionan, son meras subcontratas de los grupos de presión, en este caso, del «lobby» del cemento

En junio, la nueva consejera de Cultura, Blanca Urgell, nos informó de que compartía plenamente la resolución del Parlamento a favor de proteger no sólo las pinturas de Praileaitz, sino también su contexto cultural, es decir, lo que queda de la ladera en la que se abre la cueva. Tenía claro que había que otorgar al conjunto mayor protección que la prevista por el decreto de su antecesora, Miren Azkarate. Se mostraba dispuesta a hablar con los propietarios de la cantera, del grupo Amenabar, pero sin renunciar «de ninguna manera» a la protección que consideraba imprescindible. «Hori argi gera dadila», añadía. En septiembre, supimos que su Departamento estaba trabajando «a tope» en la modificación del decreto. En diciembre, empezábamos a asombrarnos ya de que no hubiese noticias sobre un asunto que parecía estar tan claro y en el que se trabajaba tan a tope, cuando trascendió que el viceconsejero, Antonio Rivera, se había reunido con Praileaitzen Lagunak para adelantarles las líneas maestras del nuevo decreto. Y entonces se encendieron las luces de alarma. Porque, en el caso de Praileaitz, el Gobierno quiere limitar el cambio a una ampliación del perímetro de protección del yacimiento de 50 a 65 metros. ¿Y la ladera, que ha sido el principal caballo de batalla en este asunto? El equipo de Urgell y Rivera la consideran ya suficientemente protegida por la legislación de Medio Ambiente. Recordamos de memoria las palabras que Isabel Celaá (PSE) dirigió a Azkarate en la Comisión de Cultura cuando la ahora ex consejera anunció que la Agencia del Agua había paralizado la actividad de la cantera en la ladera: «No nos diga lo que ha hecho o va a hacer Medio Ambiente; díganos usted, usted -lo repitió dos veces-, como responsable de Cultura, qué va a hacer para proteger esa ladera». Pero eso no es todo. El magro incremento de la protección, por lo visto, tiene contrapartidas, y una de ellas busca evitar que la Diputación siga controlando las voladuras en la cantera.

Andábamos dándole vueltas a cómo escribir un artículo sobre todo esto cuando -cosas que pasan- nos lo hemos encontrado ya hecho en el acta del pleno en el que el Parlamento (14.12.07), sin ningún voto en contra, ni siquiera del PNV, instó al Gobierno a modificar el decreto para proteger también la ladera. No sólo lo hemos encontrado escrito, sino que, caramba, está firmado por el actual viceconsejero, Antonio Rivera.

Aquel día, en calidad de portavoz del PSE, arrancó su intervención con elegancia: «Podríamos decir que venimos a reclamar del Gobierno y de su consejera algo que resumió el título de un famoso libro de Jane Austen, que es `Sentido y sensibilidad'».

A continuación, repasó con tanta solvencia como elocuencia las razones por las que el decreto es insuficiente, y añadió: «Venimos a pedir tiempo, protección y visión». Tiempo, para seguir estudiando el yacimiento y su entorno. Protección, «porque la actividad de la cantera puede poner en peligro, en principio, los restos parietales localizados hasta el presente». Y visión, y aquí está la madre del cordero, «porque estamos ante un caso que recomienda la preservación del entorno que queda todavía en pie alrededor de la cueva, en concreto, la ladera en que se ubica. Y esto no sólo porque la propia ley incluye como bien cultural el entorno que rodea una cueva con manifestaciones rupestres. También, y sobre todo, porque la singularidad de los restos, y la ocupación posiblemente para una actividad espiritual de la misma, ligada a otras actividades de supervivencia muy cercanas, invita a mantener en este caso concreto más, si cabe, el contexto físico general».

Rivera afirmaba que el nivel de protección del decreto en vigor «no parece el adecuado para preservar el bien cultural ya localizado, algo que, en cualquier caso, aceptaríamos que es discutible», pero consideraba «poco discutible» que lo fuera en caso de futuros hallazgos. «Y, desde luego -añadía categórico-, no cabe ninguna discusión sobre que la protección actual no sirve para mantener el entorno de la ladera que todavía no se ha comido la cantera y sin el cual sólo tendrán valor, y muy limitado, los restos muebles encontrados hasta hoy, pero no el conjunto ni las funciones a que servían, ni el encaje de esa cueva en una geografía cercana muy determinada y rica en hallazgos».

El actual viceconsejero recordaba la cantidad y calidad de los profesionales de la arqueología y la historia, vascos y no vascos, que habían mostrado con su firma la preocupación por la inadecuada protección de Praileaitz. Y preguntaba directamente a Azkarate: «¿Quién le falta en esta lista? Es decir, ¿qué persona prestigiosa, qué persona que pudiera decir algo respecto a esta cuestión, le falta?».

Terminó tan elegante como había empezado, haciendo referencia de nuevo a Austen: «Cuando, a la hora de elegir entre cantera y cueva, se opta desde Cultura (no de Industria) por lo primero, prefiero pensar que se trata de `Orgullo y prejuicio' antes que de otro título también de la escritora británica, `Primeras impresiones'. Yo espero que las primeras impresiones que a uno le vienen a la cabeza al abordar este tema se queden sólo en eso, en impresiones». Se refería, sin duda, a la estrecha vinculación que supuestamente habría entre el PNV y el grupo propietario de la cantera y que ha sido una sombra permanente en el debate en torno a Praileaitz.

Para que no nos acusen de plagio total, tendremos que añadir algo de nuestra cosecha, siquiera al final de este artículo, así es que diremos que si nosotros nos dejáramos llevar por las primeras impresiones, diríamos que es cierto el rumor de que los gobiernos, con independencia de los partidos que los gestionan, son meras subcontratas de los grupos de presión, en este caso, del lobby del cemento. Y añadiríamos que la preocupación de Rivera y el PSE por Praileaitz era sólo de mentirijillas. «Oportunismo y carencia de principios» no es el título de una obra de Jane Austen (y mucho menos «Donde dije digo, digo Diego»), pero podría serlo. Nos encantaría equivocarnos.

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