Parafraseando a la calle, hay algunos que nacen con estrella y otros, estrellados. Bien, Tracy McGrady y Yao Ming son las estrellas de Houston. El escolta viene siendo baja desde principio de temporada y apenas ha disputado algunos minutos. Sus numerosos problemas físicos lo mantendrán fuera de las canchas sin una idea muy clara de cuando volverá. El caso del pívot chino es más desalentador: Yao no jugará esta temporada.

Con dos estrellas así, los Rockets podrían ser los estrellados. La cara b de un hipotético proyecto de éxito. Pero no. Con Rick Adelman al frente de la nave tejana, varios jugadores desconocidos entre comillas han decidido tirar del carro con una decisión ilusionante.

Los Rockets son séptimos del Oeste con 21 victorias y 16 derrotas. Tras una semana de rivales adversos, les separan sólo tres partidos del tercero, San Antonio. A partir de hoy los tejanos afrontan un calendario más amable y no deberían sufrir para entrar en play offs.

Houston es junto a Oklahoma City y Memphis una de las principales sorpresas del Oeste, sobre todo tras las lesiones de sus dos máximas estrellas. A parte de Thunder y Grizzlies, el mayor enemigo de los Rockets para entrar en las eliminatorias por el título será su propia capacidad.

La incógnita es clara: ¿Aguantarán los Rockets jugando con la misma energía, velocidad y entrega que durante el primer tercio de la temporada regular? No hay respuesta clara. Dice Rick Adelman que se siente orgulloso y dichoso de ver cómo juegan para él sus jugadores. No es para menos. Los Rockets corren cuando hay que correr, luchan cuando hay que luchar y tienen el juego suficiente para hacer frente a las situaciones que se dan en un choque de la NBA.

La principal tendencia de estos Rockets es la de atacar desde fuera. El base Aaron Brooks y el escolta Trevor Ariza conforman un dúo letal desde los siete metros y, el tercer titular en discordia, Shane Battier, se arregla dignamente desde ese punto. Además, Brooks es un buen director de orquesta, rápido en las lecturas y eficiente en el manejo del ritmo de juego. El perímetro lo refuerzan el base Kyle Lowry y el rookie Chase Budinger.

El denominador común de estos cinco jugadores esta temporada está siendo su capacidad de trabajo pese a que, a priori, tan sólo a Battier se le presuponía cierto abuso del aspecto físico. Así, Budinger, Lowry o Brooks, jugadores blandos, se ejercitan como auténticas bestias a las órdenes de Adelman.

Como el talento tampoco sobra, siempre que el perímetro de los Rockets empieza a sufrir, llega la hora de reconducir el juego al interior. Allí, Luís Scola, Carl Landry y David Andersen se fajan como colosos. Es curioso el caso de los dos primeros ya que, con apenas 206 centímetros, son capaces de contrarrestar el potente juego interior de muchos equipos del Oeste.

Aunque la baja de Yao pese, sobra talento en la pintura. Scola es mejor jugador de lo que cabía esperar y no le ha perdido la cara a la competición más dura del planeta. Y Landry directamente parece extraterrestre. Sale desde el banco y cada vez que pisa la pista, todas las miradas están puestas en él. Felino y certero en sus movimientos, éste debería ser el año de su confirmación, a pesar de tener algunas carencias defensivas.