Pedro Albite profesor de universidad y miembro de Anitzak Ekimena
«Tinko!»
En la semana en la que finalizaba el año y en vísperas de asumir la principal responsabilidad de la Unión Europea, el responsable de seguridad y represión del Estado español hizo público, de manera insólita, un impresionante aviso: tenía «datos muy sólidos y muy serios» para anunciar que ETA tenía preparadas dos espectaculares acciones «de manera inminente». Y esa información era tan precisa que podía afirmar que una de ellas sería «el secuestro de una persona referencial» y la otra «un atentado de gran envergadura». Por tanto, declaraba «el nivel 2 de alarma antiterrorista», movilizando a las fuerzas de seguridad e informando directamente a los principales responsables institucionales, políticos, empresariales y a la población en general para mantenerse alertas.
Por un momento, parecía que el famoso «Wanted!» holliwoodense del cartel con la foto del malo y la recompensa, y que tanto impregnó el imaginario colectivo de nuestros abuelos y madres en las grandes y pequeñas pantallas, quedó desbordado por su actual versión robocop del «Warning!». No sólo se conoce al malo y se le busca sino que, además, ¡se avisa de que se sabe cuándo y cómo va a actuar!
La incredulidad y asombro ante semejante mensaje navideño fue generalizado. Se han abierto dos hipótesis. O bien era cierto y por tanto increíble que algo así se comunicase públicamente, puesto que ello, evidentemente, pondría en guardia a su o sus (pre)autores y evitarían así la acción policial; o bien se pretendía alarmar a la población porque los principales poderes del Estado habían perdido los papeles ante una situación de acorralamiento. Y esto, sencillamente, parece imposible puesto que sólo funciona en una verdadera escalada que, de no existir, es sólo una táctica contraproducente que acaba con quién la generó (y si no que se lo pregunten a «Ansar»).
Algunos analistas, en esta hipótesis, se llegaron a preguntar si no sería para paralizar el debate de la ponencia de Batasuna o, incluso, los efectos de la sentencia del Tribunal Constitucional español sobre el Estatut del Principat Catalá. Los dos parecen plausibles. Pero en el caso del primero, y según cuentan, el debate estaría abierto desde octubre y se cerraría en febrero y, por tanto, no se ve una relación directa del alarmante anuncio en este preciso momento. Y, en el caso del segundo, como es patente, la sentencia de España sobre Catalunya no se ha producido y el Estado tiene suficientes recursos como para que una operación así se le salga del cronómetro.
Ante la zozobra abierta, es en la comparecencia del último día del año y tras el Consejo de Ministros español cuando el presidente del Gobierno de ese Estado y superior del agente Cyborg lo aclara: «El anuncio forma parte de la política antiterrorista; forma parte de una estrategia que lógicamente no se explica públicamente». O sea que era eso. Los poderes de la democracia del Estado orwelliano español pueden alarmar públicamente e incluso aterrorizar a la población, pero no explicar el porqué: es algo que forma parte de una estrategia...
Y para que no haya dudas de esa estrategia, quizá como consecuencia de una casualidad, quizá como producto del celo por la alerta desatada, y calentando muchos grados el ambiente, a los dos días se informa del aviso, detección y desactivación de una mochila sospechosa, nada menos que en la T-4 del aeropuerto madrileño de Barajas. Seguidamente, en rueda de prensa, el mismo ministro del Interior español anuncia que ha sido una falsa alarma.
Y quizá también haya sido producto de otra casualidad, pero la mochila aparecida lo hace en ese mismo día 2 del nuevo año en que se va a producir lo que es ya imparable: el respaldo y participación en una movilización unitaria de las fuerzas independentistas y de izquierdas, populares, sindicales y políticas, del conjunto de Euskal Herria en una multitudinaria manifestación que inunda las avenidas y alamedas bilbaínas. Respaldo y participación conjunta nada menos que para reclamar los derechos básicos constantemente vulnerados tanto de los y las prisioneras políticas vascas en las cárceles españolas y francesas, como de sus familiares.
Sin ninguna duda, se les han encendido todas las «alertas», que les obligarán a tener no sólo una sino muchas «estrategias», confesables e inconfesables, explicadas o inexplicables, con nombres como Miren o Arkaitz, Xabier o Mirian, Joseba o Marije, Jon o Igor... Al parecer, tienen informaciones y «datos precisos» de que las miles y miles de personas sin nombre que, el sábado 2 del nuevo año, tomaron rotondas y plazas, tienen su recámara cargada de dignidad y firmeza, de orgullo y amor por los suyos y por su pueblo, hasta el punto de hacerlas avanzar en una nueva senda que se les escapa al control de ese Estado y al de sus aliados regionalistas.
Al día siguiente del estallido espectacular en la ría bizkaina, a los responsables franceses y, sobre todo, españoles no les quedó otro remedio que sentir el frío invernal en sus palacios y lanzar un nuevo mensaje ventrílocuo en boca de unos de sus procónsules menores en las provincias vascongadas: «... los derechos de manifestación y de expresión que ampara la posibilidad de defender reivindicaciones de tipo político, siempre que se haga por cauces democráticos, son posibles, lo que da una lección de democracia a quienes asumieron la convocatoria».
Este nuevo anuncio, ¿también forma parte de la estrategia antiterrorista que no se explica públicamente?.
En esa estrategia, los descendientes del Duque de Alba y de Cánovas, de Petain o de Mola, los protectores de Cherid o de Amedo, quizás también tengan ya datos precisos de que, en todo este tiempo, esas miles y miles de personas y esas fuerzas políticas y sindicales que secuestraron la Gran Vía bilbaína, ya saben que en las inconclusas o prepotentes democracias de esos estados, no caben las esperanzas y aspiraciones legítimas de la mayoría de este viejo pueblo.
Esa sabiduría ha sido forjada no sólo, y ni tan siquiera de forma importante, por debates, teorizaciones o discusiones, ponencias o documentos. La han aprendido en experiencia propia en un largo y doloroso proceso en Amaiur o en Sara, en Bergara, Madrid o Pau, en Argel, Lizarra, Loiola o Zurich. Todas esas personas y fuerzas lo están viendo también en la actual experiencia catalana o corsa. Sus estados con democracias de trampa y cartón son laberintos para convertirlos en sus súbditos o ciudadanos. O las dos cosas a la vez.
Efectivamente, algo «espectacular« y de «gran envergadura» ha estallado que justifica la «alarma» de los principales poderes del Estado español y francés: el primer paso, sin condiciones previas, falsas dicotomías, estériles debates y estrechos partidismos del camino para conformar una mayoría política, sindical y social, que fuerce al Estado español y francés y a sus descentralizados regionalistas a abrir un verdadero marco democrático para Euskal Herria. Un espacio ideológico, popular y político que haga posible la apertura de un marco en el que nadie se vea forzado a huir o a la clandestinidad, a ser silenciado, detenido, torturado o encarcelado, dispersado, vejado o aislado por defender la libertad y el ejercicio de expresión y de comunicación, la lengua y el sistema propio de enseñanza, un sistema propio y justo de relaciones laborales y económicas, la territorialidad y la soberanía de este país.
Y eso sólo lo puede hacer, hoy y aquí, un bloque unitario independentista y de izquierdas, amplio, fuerte y decidido que abra ese marco democrático en el que, en igualdad de condiciones, sea realmente posible el que esta antigua, compleja y moderna nación pueda decidir libremente el tener y construir una sociedad y un Estado democrático propio.
Quizás haya mucho que discutir, debatir y acordar todavía en el interior de todas y cada una de esas fuerzas y entre ellas, pero el nuevo escenario y contexto para seguir avanzando ya se ha escenificado. Esa estrategia «inmediata» al menos, se acabó.
En ella los estados español y francés querían poner la foto del malo con el anuncio del «Warning!» y se han encontrado con el primer mojón de una enorme onda expansiva que dice «Tinko!».