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Crónica | Incineración de Jesús Lezaun

Lágrimas ateas y cristianas en la despedida a un amigo común

Un profundo irrintzi lanzado desde el público se abrió paso entre los aplausos que despedían a Jesús Lezaun cuando su féretro era introducido en el crematorio del cementerio de Iruñea. A continuación, los asistentes entonaron el «Txoria txori» de Mikel Laboa, concluyendo así un acto en el que lágrimas ateas y cristianas despidieron a un amigo común.

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Iñaki VIGOR

El féretro con los restos de Jesús Lezaun llegó a las 12.00 en punto al crematorio del cementerio de Iruñea, pero para esa hora gran número de personas esperaban para asistir a la incineración del conocido teólogo vasco. Él mismo había dejado escrito su deseo de que sus cenizas sean esparcidas en San Miguel de Aralar, la montaña en la que solía pasar los veranos para escapar del calor y de la hipocresía.

La llegada del féretro fue acogida con un prolongado aplauso por parte de cientos de personas, muchas de ellas referenciales en el mundo social, religioso, político, cultural y sindical de Nafarroa.

Tal como había pedido el propio Lezaun, el sacerdote que ofició el acto leyó un pasaje del Evangelio de San Juan referente a la resurrección de Lázaro, y a continuación tomó la palabra José Mari Esparza, gran amigo suyo y editor del libro «La afonía de Ezequiel», que recoge el pensamiento teológico y político del teólogo vasco.

«Nos hemos quedado sin nuestro profeta Ezequiel, el amigo del pueblo, el crítico mordaz frente a la decadencia moral y la arrogancia del poder», comenzó diciendo José Mari Esparza, para dar seguidamente algunas pinceladas de la personalidad de un cura que no ocultó «las fallas y pecados, los excesos y desmanes» de la jerarquía de la Iglesia navarra.

«La mayor multinacional»

«La Iglesia sobre todo le debe a Lezaun su vida de misionero en esa lejana selva donde habitamos amplios sectores de la sociedad -pueblo de Dios, diría él- que no comulgamos por Pascua Florida, que estamos hartos del papel histórico de la Iglesia, de sus sodomías con el poder, de su hipócrita humildad y su cacareada pobreza, mientras sigue siendo la mayor multinacional del mundo y en Navarra la mayor empresa inmobiliaria», constató Esparza en su intervención.

Tras recordar que Lezaun «fue pastor entre las ovejas más alejadas del rebaño, aquellas a las que la voz de los obispos ni les llega ni les importa», el editor tafallés agradeció «lo mucho que debemos a Jesús».

«Su presencia, su ejemplo, sofrenó siempre muchos radicalismos estériles, recordándonos que la religiosidad popular vasca es una cosa y los mamoneos de los palacios episcopales otra muy distinta. Además -añadió- ¡qué podríamos decir los ateos contra los obispos que no lo dijera, más fuerte y con más autoridad, el propio Jesús!».

En este sentido, recordó el pensamiento que dejó escrito cuando se enteró de las inmatriculaciones de bienes de los pueblos por parte de la Diócesis navarra: «No podréis servir a Dios y al dinero».

«Y cuando el obispo intentó endosar a la Plataforma de Defensa del Patrimonio Navarro el sambenito de antirreligioso, allá estaba Jesús, para exigirles que dieran a Dios lo que era de Dios y dejaran a los pueblos los bienes de los pueblos», recordó.

Junto a ello, expuso una frase que reflejaba la mezcla de humor y acidez que rezumaban las palabras de Lezaun cuando se refería a sus superiores: «Ahora dicen los obispos que no hay infierno, pero yo creo que lo dicen porque saben que, de haberlo, serían los primeros en ir». Con los asistentes en completo silencio, Esparza se refirió a Jesús Lezaun como un teólogo que pretendía la liberación «lo mismo para los pobres del mundo que para su patria Euskal Herria».

«Sufrió por los presos»

«Sufrió, sobre todo, por los presos, por los torturados, por la violencia de todo tipo, y buscó la unidad de los vascos para salir de las garras del Sanedrín estatal», remarcó Esparza, para recordar a continuación que Lezaun fue el primer fundador de Euskal Memoria.

«Creo que yo no voy a ir al Valle de Josafat, pero si tú estuvieras allí, tampoco me importaría», concluyó diciendo Esparza antes de que el fuerte aplauso de los asistentes agradeciese su intervención. «Y ahora los creyentes hacemos una oración por él», agregó de inmediato el sacerdote que oficiaba el acto.

Concluida la oración, la voz y la guitarra de Fermin Balentzia añadieron emotividad a un acto que concluyó con el canto de «Txoria txori» a cargo de los asistentes. Pero ésta no será la última despedida. El propio Jesús Lezaun dejó escrito que desea que le hagan una misa de recuerdo en Errotxapea, el barrio de su amigo Patxi Larrainzar, y que sus cenizas sean aventadas en Aralar, la montaña sagrada donde él quería encontrar el sosiego que no tuvo en vida.

 

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