El debate sobre la identidad nacional propuesto e impuesto por el presidente de la República pretendía convertirse en la piedra donde Nicolas Sarkozy quería construir no la nación francesa del futuro sino su próxima victoria electoral. Pero este abogado del diablo neoliberal ha tropezado en ella cayendo en una trampa de arenas movedizas donde a duras penas hace pie.

Tal es así, que incluso en las montañas de arena de los desiertos sudamericanos ondean ikurriñas en lugar de la tricolor, como la del mecánico y copiloto mauletarra Pierre Couillet, que tiene bastante claro que «no hay que renegar de su identidad». O como la del piloto saratarra Beñat Errandonea, cuyo coche, donde Sarkozy hubiera querido ver un FRA, luce un AND, que no se sabe si es de Andorra o de anda y que te den cinco de arena.

De arena y de cal sabe mucho el PSOE, y ahí está la Historia para quien se sienta ofendido por esta sentencia. Patxi López, que juró que no estaba entre los que aplaudieron a Barrionuevo frente a la cárcel de Guadalajara, acaba de anunciar pomposamente un «nuevo contrato social» entre las vascas y los vascos, pero sin entrar en debates identitarios. Y no porque vea las barbas de Sarkozy pelar, sino porque él no lo necesita, porque se encuentra cómodo en el modelo identitario nacional español. Y es entendible. Lo que no lo es, es que no llegue a comprender -nadie puede creer que el secretario general de un partido sea tan mentecato, o sí?- que otros no se sientan tan cómodos con esa identidad impuesta y quieran vivir la suya propia en completa libertad. La construcción de España se desmorona como un castillo de arena y no habrá cal que lo impida.