Rob Marshall venció en los Óscar con «Chicago» limitándose a seguir las pautas marcadas por el maestro del musical Bob Fosse, un genio al que en su época le negaban el pan y la sal, pero al que ahora todos echan de menos. Fosse debutó en 1969 con «Noches en la ciudad», una versión musical de la película de Fellini «Las noches de Cabiria», hecha a la medida de la maravillosa Shirley MacLaine. Para no ser menos, Rob Marshall también dirige otra muestra del género inspirada en Fellini, exactamente en su obra autobiográfica «Ocho y medio».

Al público actual ya le cuesta bastante ir a ver un musical, así que menos aún se va a enamorar de una película que mezcla las canciones y los bailes con el género minoritario por excelencia, que es el «cine dentro del cine».

Se busca actor que cante y baile

«Nine» es la mejor prueba de que los músicales de estilo clásico necesitan de intérpretes que sepan cantar y bailar. Por ello, quienes salen mejor paradas son Marion Cotillard y Fergie, que además de actrices son cantantes y saben lucirse con una buena coreografía. Tampoco se queda atrás la veterana Judi Dench, pero la británica puede con todo lo que le echen.

Penélope Cruz ha trabajado duro las canciones y los bailes, pero no termina de convertirse en una estrella de Hollywood por el camino de la perseverancia a falta de dotes innatas para ello. Su compañero sentimental Javier Bardem es de los que se lo piensan más, e hizo bien en rechazar la oferta para protagonizar «Nine», ya que la responsabilidad artística era tan excesiva como el riesgo a asumir. Además, le ofrecían el papel en sustitución de Antonio Banderas, que había conseguido hacer suyo el personaje del cineasta italiano Guido Contini en la reposición de Broadway.

A quien no le ha importado fracasar en el intento ha sido a Daniel Day-Lewis, al que le hacía ilusión trabajar el acento italiano por el tiempo que pasó en Florencia durante la temporada que se retiró del cine. Pero su sentimiento irlandés no le ha bastado para conseguir una buena educación musical y flojea en las melodías vocales. Lo de moverse rítmicamente tampoco va con él, y de ahí que permanezca estática en la mayoría de los números coreografiados. Su actitud es contemplativa frente a las mujeres de su vida, que son las que sí cantan y bailan a su alrededor.

Esto no supondría un mayor obstáculo de no ser porque la caracterización que Daniel Day-Lewis hace de Guido Contini, el alter ego del binomio original Mastroianni-Fellini, carece de empatía. No deja de ser un tipo egocéntrico, incapaz de corresponder al amor que le brindan las mujeres de su entorno profesional y privado, por lo que su crisis existencial queda distante y nadie llega a identificarse con ella.

Por otro lado el universo heterosexual felliniano pertenece al siglo pasado, y el guión del malogrado Anthony Minghella no logra hacerlo comprensible para las nuevas generaciones, totalmente alejadas de ese estereotipo de hombre con complejo de Edipo, que busca la prolongación de su madre amantísima (Sofía Loren) en otras mujeres. Y, como quiera que nadie puede reemplazar a la «mamma» muerta, no le basta con una fiel esposa (Marion Cotillard), una apasionada amante (Penélope Cruz), una máquina sexual (Fergie), una fan histérica (Kate Hudson), una cotizada musa (Nicole Kidman) y una madura confesora (Judi Dench).Las canciones, sobre todo «Be Italian», son la última esperanza para enganchar a una audiencia que se resiste.