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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Insistir en la trola

La contumacia en el error termina por llevar al ridículo más espantoso. Y si no se lo creen, observen al flamante pepero Jaime Ignacio del Burgo, empecinado en defender la tesis de ETA-Al Qaeda en el 11-M. Se entiende porque incluso escribió un libro al efecto, pero no por ello es menor la sensación de vergüenza ajena.

Ayer, en «Diario de Navarra», seguía remachando el clavo: «Regina Otaola, una de las grandes heroínas de la libertad en el País Vasco, no podía imaginar que Peio Olano (...) no era sólo un energúmeno de la llamada izquierda abertzale, de esos que allí donde se encuentran tratan de extender el temor a ETA, sino un activo miembro de la banda terrorista. Detenido el pasado 8 de enero, hizo una sorprendente revelación. En la primavera de 2001, ETA había intentado por tres veces asesinar a José María Aznar con un misil tierra-aire, tipo SAM, de fabricación soviética». Si tenemos en cuenta que unos meses atrás dos portavoces oficiales de ETA contaron lo mismo en una entrevista, lo de «sorprendente» queda fuera de lugar.

Y ahora empieza a justificar el papelón que hizo con el libro-trampa: «Al conocer esta noticia no pude menos que recordar que el gobierno negó en la Comisión del 11-M, a finales de septiembre de 2004, que ETA tuviera en su poder misiles tierra-aire. Pero antes se coge al mentiroso que al cojo. Dos días después, en un arsenal descubierto tras la caída de Mikel Antza, aparecieron dos misiles tipo SAM. El ministerio del Interior se apresuró a aclarar que había sido adquirido entre septiembre de 1998 y diciembre de 1999, posiblemente a intermediarios irlandeses asentados en Alemania. ¿Por qué tanta y tan rápida precisión? Probablemente porque el ministerio pretendía evitar que se relacionara este descubrimiento con una información publicada el 4 de marzo de 2002, en la revista Tiempo, según la cual tres miembros de ETA se habían entrenado en el mes de enero de 2001 en un campo de Al Qaeda en Afganistán, por aquel entonces bajo dominio del régimen talibán. Según el informe de un espía árabe en Pakistán, el periodista Ahmad Rafat desvelaba la presencia en enero de 2001 de tres etarras en un campo de Al Qaeda situado en la localidad afgana de Jalada». Si el asunto no fuera grave, me moriría de risa. O sea, que las fuentes de Del Burgo son los reportajes fantasiosos de «Tiempo». Bueno es saberlo.

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