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Gorka ANDRAKA | Periodista

El balón con luces

En el principio, cuando nada existía y todo era nada, los primeros dioses, solos y aburridos, crearon el juego. Nacimos entonces, puro entretenimiento y diversión, los seres humanos. «¿Cómo explicarle a un niño qué es la felicidad?», le preguntaron a la teóloga alemana Dorothee Sölle. «Basta con tirarle una pelota para que juegue», contestó certera.

Jugar y ganar. ¿Se puede pedir más? Cuatro estudiantes de ingeniería de la Universidad de Harvard han diseñado un balón de fútbol que almacena y genera energía. Sólo con quince minutos de partido da para encender durante tres horas una bombilla de bajo voltaje o cargar teléfonos móviles. El milagroso cuero, bautizado «sOccket», pesa algo más que el tradicional, 595 gramos frente a 453, y nace con la mirada puesta en África, donde el 95% de la población no dispone de electricidad. Un invento redondo y verde. Las lámparas de queroseno, el principal sistema de iluminación africano, emiten gran cantidad de dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero. Además, inhalar su nocivo humo supone fumar casi dos paquetes de cigarros al día.

En el principio fue el juego, una pelota... y éramos felices. Quizás ahora, con los balones de luces, recuperemos el terreno perdido, el valor del ocio y el tiempo libre. Somos lo que jugamos y salta a la vista que trasteamos bien poco. Jugar y ganar. Ya no tenemos excusa para mantenernos apagados. El mundo, una multitud de futbolistas-corriente. La bola madre, repleta de energía limpia, brillante y juguetona.

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