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Belén Martínez analista social

Cumbre en Euskal Herria

 

En marzo del 2000, el Consejo de Europa reunido en Lisboa se marcaba el objetivo estratégico de convertir la economía de la UE en «la economía del conocimiento más competitiva y dinámica del mundo».

Para la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la competitividad es «el grado en que, bajo condiciones de libre mercado, un país puede producir bienes y servicios que superan el examen de los mercados internacionales, y mantener, simultáneamente, el crecimiento sostenido de la renta real de la población».

Estos días se está celebrando en Donostia la Cumbre de Competitividad. Una representación de la dimensión del poder en una ciudad en la que opera, sin grandes dificultades, el capitalismo inmobiliario. Un espectáculo en el que se elaboran y venden axiomas cuajados de referencias vacías, como: polos de competitividad; capacidad de innovación y mejora de la productividad; capital humano, social y cultural; comportamiento macroeconómico; Knowledge-based Economy (economía del conocimiento); agenda para la excelencia... Demagogia domesticadora de liberales de toda la vida y ex socialistas conversos que han abandonado cualquier referente de lucha para abrazar los valores del capital. Distintas trayectorias y un mismo discurso homogeneizante en una ciudad tomada y convertida en fortaleza virtual custodiada por las diferentes policías, con sus tácticas de stand-off (mantener a distancia a manifestantes) y sus particulares check points.

Competitividad es sinónimo de explotación, usura, escasez, flexibilidad, inseguridad, precariedad y desigualdad. En Davos, en Seattle y en Donostia.

 
 
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