El Gobierno de París dio ayer por concluida la primera fase de su iniciativa para analizar la identidad francesa e hizo públicas algunas medidas que tomará de cara a impulsar la identidad nacional francesa entre los habitantes de la República. El primer ministro François Fillon defendió un paquete de medidas que contiene propuestas con títulos sugerentes como «cultivar el orgullo de ser francés», «hacer vivir los principios republicanos» o «acoger a los nuevos franceses». Las medidas promueven la utilización de los símbolos del Estado -bandera, himno...- en la educación y afectará especialmente a los emigrantes que aspiran a conseguir la nacionalidad. La iniciativa ahonda en la visión autocomplaciente y chauvinista que los franceses tienen de sí mismos. Sin embargo, el Estado francés es, según todos los expertos, una potencia mundial en vulneración de derechos de las comunidades culturales y nacionales que viven dentro de sus fronteras y de los derechos de sus miembros. Pueblos como el vasco, los corsos o los bretones, pero también magrebíes y gitanos son claro ejemplo de ello. Este debate va en contra de las demandas existentes en esos pueblos y comunidades. Lo cierto es que, tal y como ha sido formulada, destila debilidad, aunque no hay duda de que una vez más se intentará imponer por la fuerza.