Previamente a la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno que la UE celebrará hoy en Bruselas para tratar del apoyo a Grecia, inmersa en una grave crisis de deuda, y mientras el presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, realizaba una ronda de consultas por videoconferencia con los ministros de Economía de la Eurozona, el Gobierno griego se comprometía a tomar todas las medidas necesarias para reducir el déficit público. Esas medidas no resultan desconocidas: recortes de prestaciones, bajada de sueldos, ampliación de la edad de jubilación... es decir, recortes de los derechos laborales. El rescate de Grecia deja al Gobierno griego como poco más que un mero transmisor de las medidas exigidas por algunos estados de la UE, de modo que sus políticas económicas vendrán marcadas por agentes externos.

Frente a ellos, por tanto, el otro agente que actúa ante la crisis griega son los trabajadores, protagonistas de importantes movilizaciones como la de ayer. Contrasta esa actitud con la de los trabajadores de otro estado cuya precaria situación ha sido comparada precisamente con la de Grecia, cual es el español. Contrasta porque mientras los griegos no se quedan de brazos cruzados ante los recortes de sus derechos laborales, en el Estado español los sindicatos firman con la patronal acuerdos que conllevan el sacrificio de los de siempre.